29 de noviembre de 2021
Tiempos dantescos para la humanidad | Sebastián Gaggero

El descontento que manifiesta la ciudadanía ha puesto en evidencia el cansancio y la rabia ante el desmedro del bien común. A lo largo de la historia, nosotros, los seres humanos, hemos creado sistemas fallidos por diseño que han sido fácilmente corruptos por personas que anteponen sus propios intereses ante el bien-estar de la comunidad. personas que se organizan a través de sistemas e instituciones que se perpetúan, nutren y protegen entre sí, para sostener sus privilegios que van dejando en el camino, una estela de mucho dolor por las injusticias que vive el resto. Existen muchos sucesos que nos permiten constatar esto. Pensemos en el sistema de pensiones, los paraísos fiscales, desfalco en instituciones del estado o la colusión del papel higiénico.

Pero, también debemos pensar que, todos nosotros y nosotras, quienes habitamos en sociedad, contribuimos, con algunas o muchas, de nuestras decisiones a esta perpetuación de sistemas enfermos.

Vivimos en un entramado de métodos y elecciones que ocultan complejos procesos de producción a los que estamos ciegos de su impacto y consecuencias: cientos de padres y madres llevan a sus hijos al colegio en auto, para luego ir al trabajo también en su auto, y en ese acto nadie espera producir contaminación ambiental. Entonces la pregunta es: ¿cómo podemos contribuir a un cambio si no conocemos los procesos que los subyacen?

Hoy estamos habitando el infierno en la tierra: pandemias sanitarias, crisis migratorias, regímenes totalitaristas, una brutal inequidad de oportunidades entre las personas, deforestación, y más. Como especie, hemos creado este infierno para muchos para sostener un cielo para pocos y si te suena, la frase de “la tierra prometida o la tierra de oportunidades”, quizás tú también te encuentres en ese purgatorio.

Yo entiendo el purgatorio como la analogía de un lugar intermedio entre la tierra y el cielo, un lugar de limpieza y purificación de las almas. La crisis global que vivimos hoy, nos brinda la oportunidad de esa purificación. De re-conocer – a quienes estén dispuestos – las consecuencias que tiene la manera en que vivimos y convivimos. Y este proceso de purificación, entendiéndolo desde el mirar, reconocer, cuestionar y escoger nuestros criterios, decisiones y acciones, es profundamente desafiante, doloroso, y por, sobre todo, transformador. No es tarea fácil ni menos simple. Es el inicio del cambio, el que sólo es accesible para quien reconoce la injusticia, ya que quienes han sido injustos y no lo ven, no habitan aún en el purgatorio del estar consciente. Los sistemas no cambiarán por sí mismos, será sólo a través de la purificación de almas que están dispuestas a hacerlo.