Sostenibilidad
24 de enero de 2022
Co-construyamos una economía del bien común | Simoné Oliva

Hoy más que nunca necesitamos resolver las principales brechas, desigualdades y dolores que existen en nuestra sociedad. Para esto, el mundo empresarial tiene la gran oportunidad de involucrarse, redefiniendo los parámetros con los que se mide el éxito, para considerar como parte inherente de éste el impacto social y medioambiental.

NO HAY RENTABILIDAD SIN PLANETA

El desarrollo de una economía basada en el bien común, es una necesidad urgente para asegurar la rentabilidad de los mercados en el largo plazo. Y es que ninguna empresa, organización, comunidad ni persona podría ser exitosa si no tenemos planeta. No hay rentabilidad posible si no existen los recursos naturales ni las personas para la construcción de valor.

EL CIUDADANO EN LA CO-CONSTRUCCIÓN DE LA ECONOMÍA SOSTENIBLE

Cuando los cambios que necesitamos en el mundo empresarial no van a la velocidad requerida, debemos recordar que cada uno de nosotros como ciudadanos tenemos un rol fundamental dentro del mercado a través de nuestra elección de compra. Es así, como podemos decidir premiar a aquellas empresas que a nuestro parecer son “buenas” y castigar, por el contrario, a aquellas cuyo actuar nos parece a lo menos cuestionable. Al preferir y comprar productos de empresas que generan impacto positivo en la sociedad, co-construimos una nueva tendencia en el comportamiento de consumo, obligando a que las empresas con menores preferencias se vean en la necesidad de incursionar en la economía del bien común si quieren asegurar una participación de mercado.

UNA LUZ DE ESPERANZA

Frente a la crudeza con que nuestro planeta y sociedad nos están mostrando las consecuencias de nuestros actos, nos da luces de la crisis en la que nos encontramos y cómo resulta urgente que el mercado, usando de la mejor forma su tremendo potencial, sea parte de la solución. No obstante, necesitamos que esa solución se construya a una velocidad mayor de la que hoy se viene forjando.

Sin embargo, hay una luz de esperanza, donde cientos de empresas con propósito ya han decidido ser actores fundamentales para resolver las principales problemáticas sociales y medioambientales. Se hacen llamar “Empresas B”, con B de “Buenos para el mundo”.