Mucho hemos venido escuchando, hace ya algún tiempo, sobre la economía circular. Está en las declaraciones de sostenibilidad de algunas empresas, en planes de cuidado del medioambiente e incluso en estrategias gubernamentales, convirtiéndose así en un término más que común cuando hablamos de cambio climático y uso eficiente de los recursos.
Todo lo anterior hace total justicia a la importancia que debiera entregarse a dicho concepto, ya que es sin duda una de las claves del desarrollo sostenible hacia el futuro. Pero para experimentar sus verdaderos (y positivos) efectos, las empresas, el Estado y la sociedad deben ser capaces de llevarlo a la práctica de manera real, más que sólo como una declaración de principios. La economía circular no es solamente la reutilización de recursos en otros procesos posteriores, sino más bien una forma de ver las cosas desde otra perspectiva, poniéndola al centro de las actividades y desarrollando planes en torno a ella.
Así lo hemos entendido en Empresas Iansa en una serie de procesos que apuntan en esa dirección, que van desde lo más básico como el reciclaje (en alianza con ReciclApp, Plan Cero Residuos a vertedero y Acuerdos de Producción Limpia con la ASCC) pasando por la implementación de una agricultura más sostenible, mezclando la conservación y rehabilitación de los suelos con fines alimentarios y agrícolas, mejorando el uso de los recursos naturales, como el aprovechamiento del agua, la energía y la disminución de la labranza y el uso de fertilizantes, hasta pensar en los procesos de una manera más holística, de principio a fin, implementando un sistema de aprovechamiento de los recursos en todas las actividades agroindustriales.
Parte importante de nuestros procesos productivos desarrollan coproductos de la elaboración del azúcar, tales como coseta y melaza, materias primas que son obtenidas en las distintas etapas del procesamiento de la remolacha azucarera y que luego son utilizadas para la alimentación animal. Al mismo tiempo en nuestro negocio de pulpas y pastas de frutas y vegetales, la fibra de manzana es un interesante coproducto que es usado posteriormente para otras industrias. En este contexto, se busca aprovechar al máximo los procesos productivos y que no se desperdicie nada, por lo cual la innovación juega también un rol crucial en la promoción de la economía circular.
A su vez, siempre es importante mirar y aprender de ejemplos internacionales. En Holanda, por ejemplo, existe la “Dutch Week of the Circular Economy” (semana holandesa de la economía circular), en la que se llevan a cabo distintas actividades tendientes a difundir el concepto y su importancia, así como instar a las empresas a que se sumen y desarrollen acciones en dicha dirección. Es además un buen ejemplo de cómo la colaboración público-privada ayuda a empujar la sostenibilidad en todas las áreas productivas.
Así, si bien es importante recalcar lo bueno que se está haciendo al respecto en Chile, es necesario también empujar aún más el concepto de economía circular y pasar de las declaraciones a las acciones. Llevarlo a cabo no sólo es una ayuda para el cuidado del medioambiente y la lucha contra los efectos del cambio climático, sino también una forma más eficiente de usar los recursos que, por decantación, se convierte en una mejor gestión de las empresas y un desarrollo más sostenible para todos.