La leche es uno de los alimentos más sobresalientes que nos brinda la naturaleza. Está presente desde nuestros primeros segundos de existencia y probablemente nos acompaña a lo largo de toda la vida.
Podemos reconocerla por su destacable valor nutricional, porque cómo nos conecta con nuestra memoria emotiva, por el cuidado y la protección que brinda y por supuesto y lo más visible, por tejer en torno a ella, una virtuosa cadena de valor productiva.
Cada vez que en Nestlé declaramos nuestro propósito, el que es desarrollar todo el poder de la alimentación para mejorar la calidad de vida, hoy y para las futuras generaciones, conectamos con lo anterior, ya que formamos parte de esa cadena de valor desde nuestro origen como compañía.
Hace más de 180 años que nuestro fundador, Henri Nestlé, desarrolló un revolucionario alimento infantil llamado “Farine Lactée” (harina lacteada), enfocado en aportar una solución a niños que no podían ser amamantados, contribuyendo a bajar la tasa de mortalidad infantil de aquella época.
Ese legado revolucionario para la alimentación del mundo nos insta a proyectarnos con una visión desafiante sobre el rol que nuestra empresa cumple en el contexto actual, tomando acción frente a las necesidades de abastecimiento futuro de leche, así como la manera de producir para la preservación de nuestro planeta.
En nuestro país, el 100% de la leche que ocupamos para fabricar nuestros productos proviene de los campos del sur, donde trabajamos con más de 500 productores lácteos, quienes proveen cerca de 350 millones de toneladas de leche al año, materia esencial para nuestros clásicos y nutritivos productos.
Nuestras fábricas en Osorno, Llanquihue, Los Ángeles y Macul reciben la leche a través de una cadena productiva que hemos llevado al más alto estándar para que sea cero residuos, así como consciente en el uso de la energía, la que proviene en su totalidad de fuentes renovables.
Y vamos más allá. Hace dos años tomamos la decisión de iniciar nuestra transición hacia un sistema agroalimentario regenerativo, que nos permita proteger y restaurar tierras de cultivo, mejorar la calidad de vida de los agricultores y el bienestar de las comunidades vinculadas a nuestra producción de materias primas, de manera que, a 2025, logremos que el 20% de nuestros ingredientes clave sean producidos mediante prácticas regenerativas.
Esta tarea también ha mostrado avances positivos en el impacto al medio ambiente, ya que, por ejemplo, la sustitución con el uso de biofertilizantes en la producción lechera nos permitió reducir 4.500 toneladas de CO2 en 2022, lo que es fruto de un trabajo colaborativo con más de 300 productores lecheros que ha sido notable.
A ello sumamos el involucramiento intersectorial, en el que convergen actores como el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) y Fundación Tres Hojas. Junto a ellos estamos sumando más innovación, mejoras de procesos, investigación y capacitación.
Recientemente tuvimos la visita de expertos internacionales de Nestlé Suiza, quienes valoraron en terreno los avances que Chile está alcanzando en agricultura regenerativa, lo que además fue coincidente con el inicio de operaciones del Instituto de Ciencias Agrícolas de la compañía en Vevey, donde se investigan y desarrollan soluciones en áreas claves como la ciencia de las plantas, sistemas agrícolas y ganado lechero, los que se basan en la experiencia existente de Nestlé en temas de ciencias del café y cacao.
Así vamos avanzando en esta cadena de valor, porque creemos firmemente en que debemos y podemos implementar sistemas alimentarios sostenibles y la producción de leche fresca está siendo una prueba de ello.