Personas y Trabajo
17 de enero de 2022

Liderar desde la ternura | Pablo Villoch

Ha llegado el tiempo de reivindicar la ternura. Cuanto más crece la incertidumbre a nuestro alrededor, cuando aquello que creíamos sólido se desvanece en el aire, cuando los pilares que sostenían la bóveda de nuestra burbuja se tambalean, cuando las creencias que nos otorgaban una ilusoria sensación de control se hunden, cuando nuestros castillos de naipes se desmoronan, cuando más vulnerables nos sentimos ante la intemperie del porvenir incierto… la ternura se vuelve más necesaria que nunca.

En el último tiempo, la ternura ha aparecido en el discurso público. Apelan a ella desde la Presidenta saliente de la Convención Constitucional Elisa Loncón, que declaró en sus palabras de despedida “conversemos con ternura entre los pueblos” añadiendo que “este país requiere una política con ternura” hasta el Papa Francisco, que en su encíclica “Fratelli tutti” invita a la humanidad a incluir “la  ternura en la política“.

La ternura es definida por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como un “sentimiento de cariño entrañable”. El diccionario de Oxford Languages la define como “sentimiento ante personas, cosas o situaciones que se consideran merecedoras de un amor o un cariño puro y gratuito, por su dulzura, debilidad o delicadeza”. Cuando alguien nos inspira ternura, se activa una herencia evolutiva que genera oxitocina, la hormona asociada al amor y la confianza que, por tanto, nos conmueve y nos predispone al cuidado, desactivando nuestros mecanismos de defensa al no percibir una amenaza.

Tradicionalmente, la ternura se ha visto circunscrita al ámbito de lo íntimo y lo familiar, asociándose al trato con la infancia, las personas mayores o el cariño hacia mascotas y ciertos animales. La sobrevaloración de lo productivo por sobre lo afectivo ha provocado que la ternura haya sido desterrada del ámbito empresarial y de las enseñanzas de las escuelas de ingeniería y negocios. Estamos sobreentrenados en eficientes herramientas de gestión pero infracapacitados en prácticas de cuidado. Al desterrar la ternura de la empresa, olvidamos las prácticas de cuidado. Y al omitir las prácticas de cuidado, se pierde la ética del cuidado de uno mismo, de las personas, del entorno.

Los desafíos de regenerar el tejido social pasan por reconstruir los vínculos de confianza y la ternura parece tener un rol clave en ese proceso ¿Cómo sería un liderazgo que cultiva la ternura en la empresa? Podemos intuir los primeros pasos. Primero, creando espacios afectivamente seguros, donde nadie sienta temor a ser juzgado por pensar, vestir, hablar o ser diferente. Segundo, escuchando y reconociendo genuinamente, conectando empáticamente con nuestros interlocutores. Y tercero, estableciendo y normalizando prácticas de cuidado. Nuestra capacidad de construir un futuro sostenible y regenerativo dependerá de nuestra capacidad para incorporar la ternura en nuestras prácticas de liderazgo.