Como todo en la vida, la confianza también tiene dos caras. Es la sangre de las relaciones humanas, del universo sensible, de los sistemas sociales. Usamos la confianza como base de todas nuestras decisiones. Somos muy confiados al inicio de la vida y luego las experiencias nos permiten mejorar nuestros juicios, enseñándonos a ser más desconfiados o más bien, saber cuándo confiar, y es que el mundo no es para ingenuos.
Para poder mejorar la confianza interpersonal, debemos comprender que las sociedades son sistemas complejos, compuestos por distintos grupos de individuos, que, por afinidad, valores, condición, suerte o decisión, comparten características comunes y diferencias con los demás; esto explica el sentido de pertenencia a nuestras tribus de referencia.
Lo común para todos, es que aspiramos a mejorar nuestro bienestar. La confianza señala a quienes lo dan y la desconfianza a quienes lo quitan, según la perspectiva y creencias de cada uno. Estamos indivisiblemente unidos por la vida. La sociedad y la economía de la especialización, son imposibles de subsistir por uno mismo sin cooperar con los demás, es el principio de la simbiosis mutual, donde todos se benefician de la actividad del resto, la mano invisible del mercado de Adam Smith.
Pareciera ser que la ciencia económica aún no ha incorporado este principio de manera clara y contundente. La teoría del chorreo, el enfoque en el interés del accionista y el rendimiento a corto plazo, hacen agua bajo la línea de flotación. El desafío urgente es de sostenibilidad, no sólo de rentabilidad.
La lógica política tampoco ayuda mucho, puesto que la lucha por imponer visiones opuestas del mundo resulta en ciclos de suma 0, desgastando la convivencia y ofreciendo muy pocas soluciones reales, además de casi ninguna renovación, por lo que, siendo una noble actividad en esencia, ha perdido la confianza de la gente.
Hay dos problemas centrales para recuperar la confianza social: uno es la emergencia de líderes cautivantes pero disfuncionales para el bienestar del sistema social completo. Todos los líderes nefastos de la historia, vivos y muertos, comparten un rasgo característico, y es el narcisismo; esa manera brutal de actuar de dos caras, donde se ofrece por voz lo que cautiva y actúan según la conveniencia propia. Ejemplos sobran, tanto en política como en empresas y en todo lo demás.
El otro, son creencias rígidamente arraigadas que no nos permiten avanzar ni en la libertad ni en la seguridad de nuestra sociedad. Necesitamos un modelo de desarrollo equilibrado, sensato y mutual. Si sabemos que la vida sin goce es un martirio, y también que la felicidad no se lleva puesta, entonces ¿Por qué insistimos en buscarla donde no está?