Sostenibilidad
3 de marzo de 2025

Mujer y mayor, doble discriminación | Ximena Abogabir

Hoy es sabido que después de la pandemia, los grupos que menos han recuperado sus niveles de empleo son los jóvenes y los mayores de 50, siendo este último segmento el más afectado, con énfasis en las mujeres.

Resulta habitual escuchar de discriminación racial, de género y de personas con capacidades físicas e intelectuales diferentes. Sin embargo, a partir de la extensión de la vida -hoy denominada Nueva Longevidad- ha surgido el concepto del edadismo, referido a la exclusión por edad que afecta tanto a los jóvenes como a las personas mayores.

Dado que estamos conmemorando el Mes de la Mujer, resulta pertinente abordar el concepto del gerofeminismo como una perspectiva que aborda específicamente las experiencias y los desafíos que enfrentan las mujeres mayores, destacando sus consecuencias en la sociedad. Asumiendo el acelerado cambio demográfico que Chile experimenta, resulta un tema de interés creciente. Para el año 2050, las personas mayores de 60 seremos un tercio de la población general.

Históricamente, la representación del envejecimiento en la sociedad ha estado plagada de estereotipos que afectan desproporcionadamente a las mujeres, lo que conduce a su devaluación tanto en las esferas sociales como culturales y económicas. Se instala en las mujeres el mandato de disimular su envejecimiento, so riesgo de ser tildadas de “haberse dejado estar”, dado que la sociedad valora la juventud y asocia a ella el atractivo físico. Tanto es así que se asume que preguntar la edad a una mujer es una descortesía. El gerofeminismo desafía estas narrativas al afirmar el valor y la capacidad de acción de las mujeres mayores, abogando por sus derechos y su reconocimiento de su aporte en diversos contextos sociales.

Nuestro querido Chile se caracteriza por su lentitud en adoptar cambios culturales, especialmente aquellos relacionados con la mujer, cuando se trata de ir un paso más allá del noble cuidado de la familia. A modo de ejemplo, pocos saben que Gabriela Mistral fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura antes de tener derecho a voto en nuestro país. Afortunadamente, la sociedad chilena últimamente ha dado relevantes pasos en el acceso de mujeres a profesiones y oficios habitualmente ocupados por varones, destacando la incorporación de los padres en roles tradicionalmente destinados a las madres. No deja de maravillarme que la rectora de la Universidad de Chile sea una mujer mayor. Igual cosa con la presidenta del Banco Central. A esta lista se puede agregar que las máximas autoridades del sector privado -la Confederación de la Producción y el Comercio y la Sociedad de Fomento Fabril- también son actualmente dirigidas por mujeres.

Sin embargo, queda mucho por avanzar, particularmente en el rol de los cuidados.  Estudios reportan que las mujeres presentan dos veces más sobrecarga de cuidados que los hombres. Desde tiempos ancestrales, los hombres se dedicaban a trabajar para mantener a la familia y ellas al cuidado de los niños, las personas mayores y dependientes y, por supuesto, el hogar, lo cual no era considerado “trabajo”. Esta situación no cambió con la incorporación de la mujer al mundo laboral. Actualmente, mucha gente se asombra si un hombre opta a un contrato parcial para cuidar a su familia; no sorprende tanto, sin embargo, que sea la mujer quien tome esta decisión. Todo ello tiene alto impacto negativo en su estado emocional, profesional y financiero.

Por su parte, los medios de comunicación no representan adecuadamente a las mujeres mayores, relegándolas a roles estereotipados como la dulce abuela o la anciana que requiere ser asistida. Según el Consejo Nacional de Televisión, las personas mayores tienen un 7% de presencia en su programación, y las mujeres habitualmente en un rol de dependencia y dentro del contexto familiar. No es de extrañar que las terceras generaciones de migrantes, cuando se les pregunta sobre su mejor recuerdo de su infancia en el país de origen, mencionan la comida de la abuela. Sin embargo, la dirigenta mayor que organiza a los vecinos en una emergencia solo aparece en el momento de las catástrofes, por su larga experiencia en estos episodios tan frecuentes en nuestro país. Por ello se requiere una representación más amplia de las mujeres mayores en las narrativas culturales que reflejen sus diversas experiencias y contribuciones a la sociedad.

Igualmente, es importante revisar los escollos culturales que las mujeres mayores enfrentan en el trabajo, los servicios sanitarios y sociales, así como en la participación en la vida pública, de modo de no afectar la opción de las mujeres mayores por seguir siendo un aporte a la sociedad. A modo de anécdota, existe mayor investigación científica sobre el cáncer de la próstata que de la menopausia, tan denostada en nuestra cultura asociada a la inestabilidad emocional y la pérdida de la feminidad, mientras que en otras latitudes puede ser vista como una etapa de sabiduría y empoderamiento.

El gerofeminismo invita a abordar los desafíos particulares que enfrentan las mujeres mayores. Al defender su visibilidad, sus derechos y su representación, el gerofeminismo apunta a desmantelar los estereotipos que perpetúan el sexismo y el edadismo, fomentando en última instancia una sociedad más equitativa para las personas de todas las edades.

Ximena Abogabir, periodista, 77 años. Fundadora de la agencia de Publicidad Porta y de Fundación Casa del Paz, donde se desempeñó por 35 años. Hace 7 años, co-fundó Travesia100, una EmpresaB con el propósito de posibilitar que los seres humanos puedan seguir desarrollando su potencial. Promueve el empoderamiento de las personas mayores; apoya a empresas en su relación con personas mayores; e incide en políticas públicas.

Autora del libro “Palabras Mayores. Intuiciones, urgencias y propuestas para una Nueva Longevidad” (Editorial Urano).

Actualmente, integra la Secretaría Ejecutiva de Voces Mayores, así como diversos Consejos Asesores en América Latina.