El “Plan Marshall” fue una iniciativa política y económica del secretario de Estado de Estados Unidos, George Marshall, que no sólo permitió recuperar Europa luego de la II Guerra Mundial a través de un agresivo plan de inversiones, sino también permitió mantener la hegemonía de Estados Unidos y su influencia en Europa Occidental, pavimentando el camino del capitalismo.
¿Por qué no preguntarse por una Plan Marshall a la chilena? Un Chilean Way en momentos en que el país carece de una visión de desarrollo económico de largo plazo y donde países como Brasil nos están superando en una carrera que comenzamos ganando holgadamente, pero en la que hoy nos estamos quedando atrás. Las estadísticas son claras: en 2024 ha habido un 39% menos de inversión en proyectos de energías renovables respecto al periodo anterior.
Recientemente, Brian Deese, exconsejero de la Casa Blanca y de la vicepresidenta Kamala Harris, enfatizó que la transición energética será la mayor formación de capital en la historia de la humanidad. Para esto, propuso un “Plan Marshall verde” enfocado en materializar este cambio, impulsando las energías limpias y minerales para la descarbonización en los países en vías de desarrollo, como Uruguay, Brasil o Chile.
Como lo ha señalado el destacado economista Luigi Zingales, el Plan Marshall no fue una bala de plata, sino que requirió indefectiblemente de Estados e instituciones sólidas para recibir esos apoyos económicos.
La realidad actual nos muestra que países como Brasil, Panamá o Estados Unidos están apoyando proyectos hacia el futuro, con tramitaciones ambientales que no superan los 6 meses, mientras en Chile pueden alcanzar los 6 años. Esos países están impulsando además incentivos tributarios, mientras nosotros generamos mayor incertidumbre con cada reforma introducida por el gobierno de turno.
Y entonces ¿cómo impulsamos un “Plan Marshall a la chilena” para energía? Una serie de medidas nos podrían permitir impulsar una iniciativa de este tipo.
Primero, un consejo asesor vinculante para el desarrollo de la transición energética chilena, compuesto por la academia, privados, comunidades, gobierno y Congreso, donde se definan los proyectos y áreas de energías renovables y de minerales críticos claves para el país, mediante infraestructura de transmisión, sistemas de almacenamiento, proyectos solares y eólicos, h2 verde, litio y tierras raras. Segundo, un fast track para la evaluación ambiental, que asegure certeza jurídica, para que la tramitación de permisos no tome más de un año. Tercero, incentivos tributarios para inversionistas extranjeros, como podría ser la exención del impuesto sobre la renta para nuevas inversiones, la eliminación de aranceles de importación de maquinarias; subsidios y créditos para promover capital humano e impulsar el empleo nacional, con énfasis en zonas de mayor rezago económico; descuentos o créditos fiscales para transferencia tecnológica con empresas y universidades locales.
Partimos la carrera con varios metros a nuestro favor, en la primera vuelta casi nos pasan, en la segunda nos pasaron, y en la tercera, nos alejamos con creces. Si no cambiamos ahora, en la cuarta se nos caerá la posta y no llegaremos a buen tiempo a la meta. Un “Plan Marshall a la chilena” en el sector energético para volver a crecer, para volver a tener una visión de desarrollo, para ser responsables con las futuras generaciones.