Algunos alertan que los incendios forestales de este verano podrían superar, en hectáreas quemadas, a los de 2017. El número de muertos bordea los 30 y más de 5 mil personas lo perdieron todo.
Si escalamos el daño económico, se lanzan números cómo estos: sobre 100 millones de dólares sólo en combate al fuego y una cifra similar en materia de reconstrucción y ayuda básica a damnificados. El sector turismo calcula 200 millones de dólares en pérdidas. INDAP dice que unos 7 mil pequeños agricultores y ganaderos perdieron el año o buena parte de su patrimonio y la Sociedad Nacional de Agricultura reconoce estragos en frutales, legumbres, maíz, trigo y avena. Colliers International calcula daños sobre los 500 millones de dólares por suelos quemados. En materia de contaminación, la referencia es el mega incendio del 2017 que liberó unas 100 millones de toneladas de CO2. Esto es, más o menos, toda la contaminación atmosférica que produce Chile en un año normal.
¿Quién paga todo esto? Los detenidos por su presunta responsabilidad, aunque sean declarados culpables, no tienen ninguna capacidad de reparar los daños materiales y ecosistémicos.
¿Qué queda? el Estado, es decir, todos nosotros.
Urge cambiar el enfoque de este tema. Lo primero: prevenir con una campaña comunicacional masiva que debe partir apenas termine este evento. Educar, para reducir los incendios forestales accidentales que son casi el 70%. Lo segundo es una persecución penal que nos permita entender realmente qué pasó aquí, porque casi el 30% restante, son incendios provocados deliberadamente: desde las llamadas “limpiezas” de suelos agrícolas hasta atentados. Tercero: tener un plan para el 1% de los incendios más grandes que generan el 80% del daño, con énfasis en una detención temprana y reacción contundente y descentralizada. Y cuarto, un plan serio e integrado, que debe considerar a las empresas forestales, agrícolas, a la ciencia y al Estado, para que todo este territorio sea mucho más resiliente. Aquí convive el bosque nativo -esclerófilo mediterráneo- con cientos de millones de ejemplares plantados con fines productivos, que agrandan los bosques pero que tienen grandes impactos en agua y suelo. No es sostenible tener cada año, veranos con incendios que destruyen el equivalente a un tercio de la superficie de la región metropolitana.