A menudo, en mis clases en distintas universidades, surge la misma pregunta: ¿Se dice sostenible o sustentable? Es tan previsible, que ya tengo una lámina preparada con las definiciones de la Real Academia de la Lengua Española para responder con fundamentos. Tras la clarificación inicial, suelo desafiar a cada nueva generación de estudiantes con una contrapregunta, a mi juicio, mucho más relevante: “¿y ustedes, a qué definición adhieren: a la sostenibilidad fuerte o a la débil?”
Casi siempre, su primera reacción es abrir los ojos con sorpresa y una pizca de confusión e incomodidad. Para ilustrar la respuesta y abrir la reflexión, les muestro dos gráficos y explico las diferencias.
Esta discusión conceptual tiene sus orígenes en un clásico debate entre la economía ambiental y la ecológica, sobre las distintas concepciones de la naturaleza, el capital natural y su relación con la sociedad y la economía.
Los círculos intersectados que grafican la “sostenibilidad débil”, resultan funcionales a la lógica del denominado “triple balance” y el “triple impacto”, que permite reportar indicadores en los tres famosos pilares: social, económico y ambiental. No obstante, estos tres círculos, si bien gozan de cierta coherencia discursiva con la lógica dominante, pueden estar contribuyendo a la perpetuación de un modelo a todas luces, insostenible (VER AQUÍ).
Esta perspectiva débil es una abstracción que carece de fundamento sistémico, porque no reconoce los límites biofísicos planetarios y no se circunscribe dentro de sus ciclos naturales. Sencillamente, no hay tres planetas Tierra.
El mismo John Elkington que acuñó inicialmente el concepto de “Triple Bottom Line” hace 28 años, escribió en 2018 en Harvard Business Review sobre los efectos no deseados del concepto e invitó a re-pensarlo seriamente.
Dado que el discurso que ha permeado predominantemente en el ámbito corporativo ha sido el de la “sostenibilidad débil”, el paradigma de la sostenibilidad fuerte ha quedado aparentemente relegado durante las últimas dos décadas. Sin embargo, la perspectiva de “sostenibilidad fuerte” -representada por los círculos como sistemas anidados– está ganando progresivamente mayor peso, tanto en la academia como en la sociedad civil, debido a una mayor conciencia de los límites planetarios señalados por las investigaciones de Johann Rockstrom, la difusión de conceptos como la economía circular a partir del trabajo de Fundación Ellen McArthur y la economía rosquilla desarrollada por la economista británica, Kate Raworth.
Comprender estas distinciones, es fundamental tanto para las discusiones de fondo que se aproximan sobre el modelo de desarrollo que deseamos en el marco de la Convención Constitucional, como para mantener la relevancia de la sostenibilidad corporativa y su real contribución a la sostenibilidad territorial y global.