A nivel mundial, el impulso del talento femenino ha dejado de ser solo una cuestión de justicia social. Hoy se entiende como un imperativo estratégico para el desarrollo sostenible de las empresas y la sociedad. Sin embargo, a pesar de los avances en visibilizar esta problemática, las cifras muestran que las brechas de género persisten y, en muchos casos, las soluciones adoptadas no han sido lo suficientemente profundas ni veloces.
El Quinto Reporte de Indicadores de Género en las Empresas en Chile 2023 da cuenta de que el 60% de las empresas chilenas aún tienen brechas en sus altos mandos y las mujeres representan solo el 36% del personal de confianza en las organizaciones. En mi experiencia, la promoción del talento femenino es mucho más que una cuestión de justicia social o moral. Las cifras lo confirman: el estudio de McKinsey & Company del año 2015, ya estimaba que cerrar la brecha de equidad en el mundo laboral podría añadir hasta 12 billones de dólares al PIB mundial para 2025. Otro dato relevante es que estudios como el de Boston Consulting Group (2018) muestran que estas empresas tienen un 19% más de ingresos por innovación en comparación con aquellas con menor diversidad.
Entonces, ¿por qué las organizaciones no están haciendo más para acelerar este cambio? A mi juicio, no se trata simplemente de implementar políticas de equidad, sino de desafiar los modelos organizacionales tradicionales que perpetúan la exclusión y las barreras.
Es imperativo que nos cuestionemos las estructuras actuales y nos enfoquemos en acciones que vayan más allá de los números. Es cierto que muchas organizaciones han adoptado políticas destinadas al tema, pero ¿qué estamos haciendo para cambiar las dinámicas invisibles que frenan el progreso femenino? El acceso a programas de formación, la eliminación del sesgo inconsciente en los procesos de selección y la creación de redes de apoyo que permitan a las trabajadoras avanzar sin tener que elegir entre su vida personal y profesional, son acciones clave que deben impulsarse de manera más firme y eficaz. Sin embargo, para lograr un cambio real, es esencial impulsar medidas que promuevan la corresponsabilidad, que no solo alivien la carga sobre las mujeres, sino que involucre transversalmente a toda la sociedad, evitando perpetuar las diferencias de género. La sostenibilidad de este avance depende de que dejemos de ver estas acciones como “facilidades” para ellas y comencemos a construir un
entorno más equitativo para todos.
Si bien, existen guías estatales que entregan lineamientos de cómo propiciar este tema y cómo ir cambiando la cultura del país, el mundo privado y corporativo tiene mucho para aportar, pues es desde donde se crea una diferencia significativa en la vida de sus colaboradores.
Y ojo, que esto también tiene un lado económico y no sólo social corporativo. Las empresas que adoptan enfoques inclusivos y promueven la diversidad en sus equipos directivos no solo están siendo “justas”, sino que están siendo más competitivas.
A nivel global, el panorama sigue siendo desafiante. El Informe Global de Brechas de Género 2023 del Foro Económico Mundial estima que aún faltan más de 130 años para cerrar por completo la brecha en el ámbito laboral. Si esto no nos alarma, no estamos prestando suficiente atención. Necesitamos una reestructuración fundamental de nuestras organizaciones para asegurar que todas y todos tengan acceso a los mismos puestos de trabajo y puedan desarrollarse en ellos con el mismo ritmo y oportunidades que sus pares masculinos.
Esto implica un esfuerzo conjunto de todos los sectores, tanto públicos como privados, para garantizar que las mujeres tengan acceso a oportunidades de desarrollo y crecimiento sin estar limitadas por normas tradicionales o estructuras obsoletas. La fuerza laboral y el talento femenino es un recurso invaluable que ha sido subutilizado por demasiado tiempo y es nuestra responsabilidad cambiar este paradigma.
El éxito de cualquier organización no puede medirse únicamente en términos financieros, sino también en su capacidad para generar entornos inclusivos que impulsen el potencial de todas las personas. Y en ese sentido, debemos avanzar más rápido y de manera más decisiva hacia una equidad real. Es un compromiso que no sólo nos beneficia a nosotras, sino que enriquece a toda la sociedad y construye un futuro más próspero para las generaciones futuras.