Entrevista a Gabriela Ramos, subdirectora general de Ciencias Sociales y Humanas en la UNESCO, en el marco del XXIV Encuentro de Desarrollo Sostenible “Piso Común”.
- ¿Cómo evalúa el desempeño de las empresas a nivel mundial en su contribución a mejorar el flagelo de la desigualdad? A su juicio, ¿qué rol deben cumplir las empresas para mejorar los índices de desigualdad en las economías? ¿Cree que los criterios ESG son esenciales para avanzar en una economía más equilibrada y sostenible en lo que se refiere a la igualdad?
Los índices son esenciales para cambiar la narrativa y evitar el falso dilema entre crecimiento y desigualdad. Es un hecho que hacer lo correcto en lo social y lo ambiental es un buen negocio. Y ello implica comprometerse contra las desigualdades en todas sus dimensiones (sociales, económicas, políticas), tanto desde su raíz, fomentando la igualdad de oportunidades, como contribuyendo con parte de los ingresos dentro de sistemas fiscales progresivos.
El marco ESG es un paso adelante para avanzar hacia una economía digital sostenible, al permitir conservar la multidimensionalidad y explicitar las interrelaciones entre economía, medioambiente, sociedad y política.
La evidencia empírica sobre la rentabilidad muestra que, en promedio, las empresas que muestran una mejora en las calificaciones ESG a lo largo de períodos de varios años muestran también mayores retornos para los accionistas en comparación con sus pares de la industria. Así, según un análisis de McKinsey, si bien las altas puntuaciones ESG no compensan los fundamentos débiles, las empresas que obtienen un rendimiento triplemente superior (es decir, las que logran un crecimiento y una rentabilidad más sólidos que sus pares y, al mismo tiempo, mejoran sus puntuaciones ESG y de sostenibilidad) ofrecen una tasa de retorno dos puntos porcentuales mayor que las empresas que solo destacan en métricas financieras.
Y a nivel macro, sabemos que la desigualdad excesiva – tanto la observada por concentraciones empresariales, como la microeconómica, con ausencia de igualdad de oportunidades de formación o empleo, reducen además el crecimiento económico. El trade off entre crecimiento y redistribución, cuando esta se implementa con criterios técnicos y eficiencia, es falso.
Por otra parte, los criterios ESG para ser efectivos requieren ser parte de la definición del negocio y no estar separados.
Se requieren nuevas reglas del juego para que las empresas incorporen realmente en sus planes de negocio el impacto social de su actividad, y no solo los beneficios monetarios. Ello implica emular el avance de la agenda medioambiental de medición y reducción de la huella de carbono, y extenderlo a cuan efectivo están siendo el papel de las empresas en la construcción de sociedades más justas, con igualdad de oportunidades y empleados remunerados de manera justa. Solo así evitaremos la emergencia, y acentuación de emergencia, de sociedades y democracias polarizadas, que crean inestabilidad e incertidumbre, afectando de hecho a la actividad privada. De nuevo, la revolución tecnológica y la expansión de la IA generativa en todos los procesos productivos y laborales aumentan el riesgo de no actuar con urgencia y decisión, cerrando las brechas de acceso y capacidades de los trabajadores a las mismas.
En los tiempos que vivimos se podría incluso añadir al enfoque la #D de digitalización: ESDG: Environment, Social, Digital and Governance, para velar por la responsabilidad digital y el uso ético de los datos y la inteligencia artificial a través del diseño responsable desde el inicio. Hoy la probabilidad de obtener un crédito, las oportunidades laborales que recibimos o las ofertas de comercio electrónico vienen determinados por algoritmos que predicen autónomamente nuestra situación socioeconómica, el éxito de nuestro proyecto empresarial, nuestra productividad futura o nuestras necesidades de consumo, respectivamente. Por ello, es clave que toda empresa (y también gobiernos y laboratorios de investigación) se planteen desde el inicio las preguntas que eviten efectos secundarios no deseados. ¿Son representativos los datos empleados? ¿Cómo se están entrenando los modelos? ¿Cuál es la autonomía apropiada para el sistema? ¿Son los porcentajes de falsos positivos y falsos negativos para los grupos vulnerables iguales al resto? Incluso, ¿son los equipos de personas diseñando los sistemas inclusivos?
En UNESCO estamos convencidos de que las empresas que puntúen mejor en este marco ESdG fortalecido lograrán, además de hacer lo correcto, atraer inversión, retener talento y aumentar su base clientes (además de permitirles estar preparadas para la regulación que viene).
- Usted ha señalado que la aplicación de la inteligencia artificial genera mayor desigualdad, ¿a qué se refiere con eso?
El desarrollo de la IA, y en particular la exposición de la IA generativa, se ha fundamentado técnicamente sobre tres pilares: acceso a los datos, capacidad de computación y habilidades de los equipos de ingenieros. La desigual distribución de los mismos genera riesgos sobresalientes de aumento de desigualdades, e incluso de exclusión.
Solo aquellos países y empresas con recursos financieros enormes (decenas de billones de dólares) para fichar a los mejores ingenieros, construir o comprar supercomputadoras y acceder a enormes bases de datos pueden liderar los desarrollos tecnológicos. Por ello no es ninguna sorpresa que se observen aumentos nunca vistos de concentración de mercados, por las diferencias entre países y entre empresas de disponibilidad de datos, de capacidad de computación o de capital humano. Ello ya lo alertamos en mis tiempos de la OCDE, al identificar como la implementación en empresas de tecnologías básicas – software y automatización – estaban generando empresas de primera y segunda división entre aquellas en la frontera de innovación y las seguidoras. Y con la IA generativa y el laissez faire se está magnificando. Pero creo que nadie habría acertado en su dimensión, Hoy el productor líder de chips tiene una capitalización bursátil equivalente a 4 veces la mayor farmacéutica, 5 el mayor banco, u 8 veces la mayor cadena alimentaria, o 19 veces la mayor plataforma de información.
Además, esta desigualdad de oferta se traduce también en impactos socioeconómicos a nivel hogar, de los ciudadanos. Aun un tercio de la población mundial carece de conectividad. Además, algunos colectivos como el de las mujeres está subrepresentado en este mundo de la IA, con solo 22% en el sector y 14% de autoría en publicaciones de AI. El futuro no augura cambios significativos. La proporción de hombres graduados en TIC es un 400% mayor que la de mujeres, lo que pone de relieve una marcada disparidad de género. Y esta diferencia es aún mayor en disciplinas con fuete contenido de AI. Además, casi el 90% de las adolescentes y mujeres jóvenes de 15 a 24 años que viven en países de bajos ingresos no tenían acceso a Internet, mientras que sus pares masculinos tenían el doble de probabilidades de tener acceso.
Y la evidencia sobre sesgos, desigualdad y discriminación contra población negra afroamericana o latina, contra mujeres y en detrimento de las posibilidades de discapacitados u de población de menor ingreso en procesos judiciales, en contratación laboral o en beneficiarse de desarrollos innovadores en salud con IA es ya abrumadora
Sabemos que ello es, en buena medida, debido al uso de bases de datos de dudosa calidad y no representativos, a equipos de desarrolladores no diversos y a una falta de marco conceptual que mida y mitigue esos errores. ¡Y por ello, se puede solucionar!
Por ello, mi mensaje es proactivo: la acción a nivel global debe ser urgente y profunda. Porque estamos convencidos de que el de la IA es enorme. Es la revolución de nuestras vidas (y probablemente de varias generaciones que vienen). Estoy convencida de que va a mejorar nuestros sistemas educativos, los sistemas de salud, el funcionamiento de nuestras ciudades, nuestras oportunidades laborales. Y, todo ello, fomentando vidas productivas más plenas y más sostenibles con el medioambiente.
Para que ello se materialice hay que repensar los modelos de negocio que priman en la economía global. UNESCO, por su mandato de promover el desarrollo de la ciencia y la tecnología desde enfoques éticos, humanos y de derechos, se lanzó a la desafiante tarea de desarrollar y obtener apoyo político en la materia de Inteligencia Artificial y Ética. Para ello elaboró la Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial aprobada por los 193 Estados miembros en su Conferencia General a finales de 2021. Este instrumento normativo ofrece vías concretas para la implementación del marco ético de principios y valores universales tanto en los Estados como en el sector privado.
Hoy más de 50 países en todas las regiones del mundo están trabajando con la UNESCO para desarrollar controles y equilibrios de IA a nivel nacional. Se basan en la Recomendación y en la Metodología de Evaluación de la Preparación (RAM) para recibir asesoramiento sobre los tipos de reglas y políticas necesarias para el desarrollo y uso éticos de la IA, pero también para explorar innovaciones institucionales que podrían asumir el papel de supervisión en la IA. Aprovecho para hacer un llamado a todos los países para que se unan al movimiento que está liderando para construir una IA ética. Y pronto lanzaremos una iniciativa global para que las empresas se unan a este esfuerzo sobre la base del Ethical Impact Assessment.
- ¿Cree que el mundo empresarial, en sus desafíos ESG, debe tener entre sus metas contribuir a una mejora en la equidad, inclusión e igualdad? Dicen que las empresas están hoy llamadas a hacerse cargo de los problemas de la gente, ¿está de acuerdo con ello? Y ¿cuál cree que es la mejor receta para que el mundo empresarial sea un actor relevante en este ámbito?
La idea de empresas solo centrada en sus beneficios y en remunerar a sus accionistas es, afortunadamente, una convicción del pasado. Hoy estamos viendo liderazgos empresariales sobresalientes desde empresas que además lideran sus sectores económicos.
Desde luego, las empresas deben incluir las ganancias monetarias como una de sus métricas para sus decisiones estratégicas. Pero debe ser una ganancia bien medida, tanto en términos temporales como de contenido, lo que nos lleva al concepto de beneficio sostenible. Por el lado temporal, se ha de incluir el beneficio tanto a corto plazo como a largo plazo. Y por el de contenidos, reconociendo que las inversiones no se realizan en el vacío y que su rentabilidad depende de su impacto y retroalimentación con las sociedades y los entornos medioambientales en los que se desenvuelven.
No hay recetas mágicas, pero sí tenemos claros los ingredientes.
La responsabilidad de contribuir a gobernar bien la digitalización – con incentivos y subsitios para inversiones sostenibles, capacitación y en algunos casos regulación – debe ser una prioridad para las empresas. Deben entender – y muchas ya lo hacen – que la IA y la digitalización abren una oportunidad inédita de desarrollo, crecimiento e inclusión si se dirige. Las posibilidades de reducción de pobreza, bancarización, formalización laboral y emprendimiento o consumo abiertas por la IA podrían permitir dar un salto de desarrollo de décadas en años. Y no hay que esperar a mañana, sino hoy, cuando no solo la mayor parte de los datos ya se intercambian entre máquinas, que pueden incluso decidir autónomamente.
Ello exige además una colaboración de todos los actores económicos y sociales, Gobiernos, empresas, organismos internacionales y bancos de desarrollo, academia y sociedad civil. Si se cuenta con la gente, las instituciones y la cultura adecuadas, se puede construir una economía global 4.0 dinámicas e inclusiva para las décadas que vienen.
Hay que pasar del discurso a la acción. Por ello, estoy muy honrada de participar y copresidir desde la UNESCO el Taskforce on Inequality and Social-related Financial Disclosures lanzado este mismo mes de septiembre de 2024. Estamos trabajando en desarrollar a nivel global para desarrollar recomendaciones que permitan a empresas e inversores para identificar, evaluar e informar eficazmente sobre su desigualdad y los riesgos, oportunidades e impactos relacionados con la sociedad. E incluirlas en sus planes de negocio y sus documentos públicos. Porque lo que no se mide y transparenta, no se soluciona.
Esta iniciativa no es una más de las decenas que han surgido alrededor de la ola ESG, porque nace con una particularidad clave: su integralidad. El TISFD tiene previsto reunir y desarrollar los marcos y estándares existentes, alinearse con los estándares de conducta establecidos, abordar las brechas y fortalecer las métricas e indicadores de divulgación para reducir la carga de presentación de informes sobre las empresas y las instituciones financieras. De esta manera se supera la actual fragmentación y parcialidad que caracteriza muchas otras iniciativas de disclosure.
Y lo lograremos mediante la colaboración con los gobiernos, los encargados de establecer estándares, los investigadores y muchas otras partes interesadas que tienen una amplia experiencia en desigualdad y riesgos sociales. Y en particular incorporando a las empresas para que sean parte de la solución.
- Cuáles son, desde su perspectiva, las medidas que deberían aplicar las empresas para mejorar los índices de equidad, tanto de ingresos, género e inclusión. ¿Cuáles serían los tres principales desafíos de las empresas para mejorar los índices de desigualdad existentes?
Habilidades, habilidades y habilidades. En el ámbito de la formación y las habilidades no basta con declarar que la revolución digital debe tener al ser humano en el centro. Hay que asegurarnos que así sea desarrollando ambiciosos programas público-privados de corta duración e impacto casi inmediato en competencias digitales y analíticas. La velocidad del cambio tecnológico nos obliga a actuar ya sobre el capital humano para compensar la automatización de muchas de las tareas tradicionales.
Además, las empresas deben impulsar, de motu proprio, un uso proactivo y responsable de los datos y un diseño abierto y auditable de los algoritmos que rigen sus servicios. El trabajo que estamos realizando con el Consejo Empresarial de UNESCO – copresidido por Microsoft y Telefónica, con otros líderes globales como Salesforce o LG – en el que de manera voluntaria implementaran la Recomendación en sus servicios es una buena práctica que me atrevo a catalogar como pionera. Estas empresas además están poniendo a disposición del ecosistema digital, y en particular de start-ups y de pequeñas y medianas empresas sus recursos de formación.
Las buenas noticias es que tenemos ejemplos de grandes empresas de sectores diversos con buenas prácticas que podrían expandirse a lo largo del ecosistema, empresas.
Danone, un gran aliado de UNESCO, fue una de las primeras empresas multinacionales en asumir el compromiso global de pagar a todos sus empleados un salario digno ´living wage´ para 2030. Esto significa garantizar que todos los empleados de sus operaciones globales ganen lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas, como alimentación, vivienda, atención médica y educación, independientemente del salario mínimo legal local. Además, institucionalmente, el Comité de Responsabilidad Social responsable de garantizar que las actividades de la empresa se alineen con sus objetivos ESG y sus compromisos a largo plazo, como “Un planeta. Una salud” reporta directamente al directorio.
Además, hay que actuar desde la raíz. La Fundación L’Oréal y la UNESCO colaboran desde hace más de 20 años para empoderar a más mujeres científicas para que alcancen la excelencia científica y participen en pie de igualdad en la solución de los grandes desafíos que enfrenta la humanidad.
Salesforce, uno de los líderes de nuestro Consejo Empresarial sobre la base de sus Principios de Política de IA Sostenible está activamente reduciendo el consumo de energía y minimizan el impacto ambiental, a la vez que acelerando la innovación y la acción climática, desbloqueando beneficios sociales críticos.
Por último, el Norges Bank Investment Management, que administra el fondo soberano de riqueza noruego, el más grande del mundo, con casi USD 1,6 billones, anunció que incorporarán criterios de IA responsable a su cartera, específicamente los Principios de IA de la OCDE y la Recomendación de la UNESCO sobre la ética de la IA. Ello tendrá sin duda un impacto notable, y será probablemente emulado por otros inversores institucionales.
En este sentido, a nivel global se necesita repensar las reglas y las instituciones para una economía y una sociedad digitalizadas, con acuerdos y principios supranacionales sobre privacidad, flujos de datos y auditoria de datos y algoritmos para que estos no reproduzcan ni amplifiquen las desigualdades que hoy observamos aún en nuestras economías. Pueden contar con UNESCO.