Sostenibilidad
9 de septiembre de 2025

La agenda anti-ESG: una oportunidad para la madurez empresarial

La irrupción del movimiento antiwoke ha traído consigo una derivada más amplia: la llamada agenda anti-ESG. Esta corriente ha despertado una serie de cuestionamientos legítimos en el mundo empresarial que, lejos de ser una amenaza, pueden representar una oportunidad. ¿Qué tan relevante es realmente el desempeño ESG para el bottom line del negocio? ¿Cuál es el costo de oportunidad de invertir esfuerzos en sostenibilidad en desmedro de la rentabilidad?

A mi parecer, estas preguntas son el resultado natural del boom ESG que se desató en 2020. En ese entonces, muchas empresas se embarcaron en la agenda de sostenibilidad con entusiasmo, pero sin una brújula clara. La efervescencia fue tal que se confundió visibilidad con impacto, y muchas organizaciones naufragaron en el intento por no haber reflexionado previamente sobre qué aspectos de la agenda ESG eran realmente materiales para su negocio.

Sin embargo, la evidencia muestra que el interés por la sostenibilidad corporativa está lejos de decaer. Los fondos y activos globales con sesgo ESG siguen creciendo, aunque los de origen estadounidense hayan mostrado una baja. Las relaciones en materia de sostenibilidad continúan avanzando, aunque con mayor moderación y premura. Y lo más revelador: la disposición de los consumidores a preferir empresas sostenibles sigue en alza, incluso en un escenario sobreinflacionario.

Lo correcto sería decir que, tras la efervescencia, viene la reflexión. Y con ella, la pregunta más importante: ¿Qué de la agenda ESG realmente crea valor para mi negocio? ¿Y qué no?

Las empresas líderes del mundo aprovecharon el boom ESG, pero lo hicieron desde la madurez de quien ya tenía una hoja de ruta clara. No buscaron réditos cortoplacistas, sino que capitalizaron años de inversión silenciosa en sostenibilidad. Estas compañías no han mermado su interés en el tema, porque entienden que frente a las modas, solo la coherencia premia. Y esa coherencia es la que permite competitividad en el mercado.

Podríamos decir, entonces, que debemos agradecer a la agenda anti-ESG por abrir la puerta a una reflexión madura. Una reflexión que nos permite identificar qué áreas de la sostenibilidad realmente generan valor para el negocio. Si somos capaces de aprovechar esta oportunidad, quizás hablaremos menos de ESG, pero en beneficio de un trabajo más profundo, más maduro y que cree más valor para las empresas.