Chile está envejeciendo a un ritmo acelerado. Según el último CENSO, las personas mayores de 65 años ya representan el 14% de la población, y en 2050 serán uno de cada tres. Mientras tanto, el mercado laboral parece ignorar esta realidad.
Las cifras del INE muestran que los mayores de 55 años son quienes más están sintiendo el golpe del desempleo: solo en el último año, representaron casi el 15% del aumento en la desocupación. Y cuanto más edad tienes, más difícil se vuelve encontrar trabajo. A más edad, más difícil es encontrar trabajo.
Un informe de Clapes UC muestra que para una persona menor de 30, el promedio de búsqueda laboral es de 3,4 meses. Para alguien entre 50 y 59 años, ese tiempo se duplica. Y si tienes más de 60, puedes esperar casi un año. La ecuación es absurda: mientras más sabes, más cuesta que te contraten.
¿Por qué? Porque aún persiste un sesgo injusto: la experiencia se confunde con rigidez, altos costos o poca adaptabilidad. Un estudio de Buk revela que el 45% de los mayores de 50 cree que su edad y experiencia juegan en su contra. Prejuicios que ignoran el compromiso, la resiliencia y el valor que estas personas pueden aportar.
Como organizaciones, tenemos tres tareas urgentes. Primero, combatir los estereotipos. Hoy, tener más de 50 no es sinónimo de estancamiento: muchas personas se reinventan a través del estudio, el emprendimiento o el voluntariado.
En Caja Los Andes creemos que la edad debe verse como un activo. Por eso impulsamos iniciativas como la Universidad de la Experiencia, en alianza con la Universidad del Alba, que entrega a nuestros afiliados formación en transición laboral, liderazgo y emprendimiento a personas mayores de 50 años. Y lo que quiero destacar es el éxito en las inscripciones, alcanzando la mitad de los cupos en las primeras semanas de convocatoria. Esto nos demuestra que hay interés y necesidad.
Segundo, y siguiendo la idea anterior, tenemos que nivelar la cancha. No se puede exigir digitalización sin entregar herramientas. La inclusión laboral también requiere inversión en formación, sin importar la edad. Y tercero, anticiparse. No debemos esperar que una ley nos obligue a incluir al talento senior. Como empresas, tenemos una responsabilidad que debemos asumir con convicción.
Hoy, cerca del 20% del equipo de Caja Los Andes tiene más de 50 años, con una tasa de rotación del 4% (muy por debajo del 30% que tienen los más jóvenes). Estos datos muestran que no estamos ante una competencia generacional, sino frente a una oportunidad de sinergia: mientras el talento joven empuja con nuevas ideas, el talento senior sostiene a las organizaciones con experiencia y perspectiva.
Envejecer no es un problema. El problema es no saber valorar la experiencia que ya tenemos entre nosotros.