Sostenibilidad
19 de agosto de 2024

Declaraciones incómodas para tiempos de transición | Pablo Villoch

En mis clases de sustentabilidad, que imparto desde hace más de quince años en distintas universidades, facilito dinámicas interactivas, lanzo preguntas reflexivas y emito ciertas declaraciones con la intención pedagógica de provocar el conflicto cognitivo necesario para que surja un aprendizaje realmente transformativo (según lo propuesto por el sociólogo Jack Mezirow).

Sé que a veces, inicialmente, mis declaraciones incomodan, en especial a quienes llegan con la legítima expectativa de llevarse solamente herramientas prácticas para aplicar en sus organizaciones pero no están tan dispuestos a cuestionar sus hábitos, creencias y esquemas mentales. Algunas declaraciones provocativas que comparto en mis clases suelen ser:

– “El mero hecho de que tu reporte de sostenibilidad tenga esa palabra en su título no garantiza que tu negocio sea realmente sostenible. Tal vez deberíamos llamarlos reportes de insostenibilidad”

-“Aunque tu cargo o departamento incluyan la palabra “sustentabilidad”, esto no asegura que tu empresa sea sustentable.”

Nos hemos repetido tanto aquella frase constructivista que declaraba que “el lenguaje crea realidad” que en el ámbito de la sostenibilidad, a menudo parece que hemos olvidado que por el mero hecho de crear algo con palabras -un elefante volador, o un extractivismo regenerativo-, esto no se convierte inmediata y necesariamente en algo real y verdadero. En tiempos marcado por la posverdad, necesitamos volver a una noción de sostenibilidad basada en consenso científico, que nos permita distinguir la realidad de la fantasía.
Cuando en talleres con público corporativo, traigo la evidencia científica que cuestiona las bases de la noción hegemónica de la ampliamente extendida “sostenibilidad débil”, en ocasiones me he encontrado con argumentos defensivos que buscan caricaturizar el contenido como si fuera el de un activista idealista. Sin embargo, no se trata de discrepancias ideológicas, sino más bien, epistemológicas.

Gran parte de nuestros modelos de negocio, procesos productivos y patrones de consumo son insostenibles. Pero declararlo así, se siente con frecuencia políticamente incorrecto y, en ciertos segmentos, socialmente reprobado, tal como apuntar al emperador desnudo. El primer paso para avanzar realmente en dirección hacia un futuro sostenible y regenerativo, es reconocer la insostenibilidad de nuestro presente: Esto implica evaluar sistemáticamente y con metodologías informadas por la evidencia, qué elementos de nuestras cadenas de valor, procesos productivos y modelos de negocio contribuyen realmente a avanzar hacia un futuro sostenible dentro de los ciclos naturales, y cuáles contribuyen sistemáticamente a la concentración de sustancias extraídas de la corteza terrestre, la concentración de sustancias artificiales en la biosfera, la degradación de los ecosistemas, el deterioro progresivo de la resiliencia del tejido social o a perpetuar barreras estructurales a la satisfacción de necesidades humanas fundamentales, según propone el Marco para el Desarrollo Sostenible Estratégico (FSSD).

La compleja transición global que estamos viviendo implica transitar desde los actuales sistemas de producción y consumo insostenibles hacia sistemas progresivamente cada vez menos insostenibles y degenerativos, cada vez más sostenibles y regenerativos. Avanzar en esa dirección requiere reconocer con humildad el punto de partida y el siguiente nivel posible. Agenciar las transformaciones necesarias desde esta lógica de proceso transicional requiere valentía para enfrentar el negacionismo, pero también superar y trascender el pensamiento binario y reduccionista. La transición hacia futuros regenerativos posiblemente estará repleta de matices ambiguos, paradojas, contradicciones y temores paralizantes, que necesitaremos aprender a reconocer, aceptar y gestionar -como propone Scharmer- con curiosidad, compasión y coraje, sin perder la perspectiva sistémica.