El ranking IMAD 2022, publicado en diciembre pasado, señaló que la presencia de mujeres en directorios de empresas creció en un 23%, lo que ha ido en incremento desde la primera publicación del índice de Mujeres en Alta Dirección, en 2017, donde la presencia de mujeres alcanzaba el 9%. Sin embargo, esta medición explora solo el balance de género en la alta dirección de las empresas más influyentes del país, lo que no considera el amplio espectro del mercado laboral, sino más bien el posicionamiento de líderes femeninas en las empresas.
Pero esta no es la única brecha que enfrentan las mujeres para desplegar todo su potencial: ¿Cuántas empresas cuentan con mujeres dentro de su cadena de valor? ¿Pueden las emprendedoras desarrollar sus estrategias y hacer crecer sus negocios a partir de relaciones comercial con empresas de mayor tamaño?
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Emprendimiento Femenino ENEF 2022 realizada por Mujeres del Pacífico en octubre del 2022, sólo un 10% de los emprendimientos liderados por mujeres le vende a grandes empresas y un 13% a instituciones públicas, dejándolas fuera de importantes oportunidades de negocios.
Por otra parte, y rompiendo con el mito que las emprendedoras no producen si no que sólo compran y venden y, por lo tanto, agregan poco valor: un 80% de las emprendedoras encuestadas cuenta con proveedores: un 10% cuenta con uno y un 70% cuenta con más de uno. Dicho de otro modo, se configura un ecosistema de encadenamiento productivo. Según ENEF 2022 un 43,2% de las emprendedoras encuestadas cuenta con un equipo de trabajo, mayoritariamente de 1 a 2 personas, y aquellas que actualmente trabajan solas tiene intenciones de incorporar personas a su emprendimiento en breve plazo.
Si las emprendedoras hacen más negocios con empresas grandes, podrán comprar a otros pequeños proveedores y podrán ser un motor de empleabilidad, generando un impacto no sólo económico sino también social y medio ambiental, considerando que las emprendedoras sitúan la sostenibilidad como un elemento clave para la toma de decisiones, como también lo muestran los resultados de ENEF.
Es decir, bajo el concepto de encadenamiento productivo, si fortalecemos a las mujeres para que también vendan a grandes empresas, hagan un mejor negocio y al mismo tiempo ellas desarrollen proveedores que tienden a ser pequeños o medianos, vamos a ir desarrollando un ecosistema de cadena de valor. Y ahí está la oportunidad para las grandes empresas.
Cuando se trabaja con emprendedoras, la métrica de evaluación de resultados, no sólo se refiere al volumen de compra, a los tiempos de entrega o al margen, sino también al fortalecimiento de ese ecosistema. Esto podría significar un enfoque de desarrollo de proveedores que pasa del trabajo directo con un proveedor o proveedora, a un enfoque de un ecosistema de cadena de valor.
Con base a esto la invitación a las empresas es no desarrollar programas de procurement orientados a potenciar la producción para que sean capaces de enfrentarse a los grandes volúmenes, certificaciones, negociación de contratos, etc., entre otros, sino también promover el trabajo colaborativo y en red, nuevos modelos de venta y desarrollo de mercado y, no menos importante, el desarrollo de planes que impulsen la corresponsabilidad. Según ENEF el 82% de las mujeres son madres, un 61% es jefa de hogar y un 50% a las exigentes tareas de cuidado. Las emprendedoras le dedican en promedio 8 horas diarias a labores de cuidado, 4 horas a labores domésticas y 7 horas diarias a su negocio.
Finalmente, las empresas compradoras podrán impulsar internamente estas iniciativas, sumando nuevos indicadores a los ya tradicionales, como por ejemplo, el impacto en las comunidades, eficiencia energética, calidad de vida de las familias, entre otros.
Parte de este aprendizaje y experiencia de Mujeres del Pacífico queda plasmado en Red de Negocios, una iniciativa que formará a 40 mujeres emprendedoras de todo Chile bajo dos grandes componentes. Esta red de mujeres aprenderá a negociar con grandes y medianas empresas, además de formarse como mentoras para apoyar y potenciar los negocios de otras mujeres.
Cuando hablamos de la integración de la mujer en las cadenas de abastecimiento estamos hablando de un win-win para la emprendedora, su negocio y su familia, para las empresas y para las comunidades.
El emprendimiento femenino es un motor de desarrollo social y económico y es así como lo entendemos en Mujeres del Pacífico, empresa B que tiene como propósito empoderar económicamente a las mujeres a través del emprendimiento, desarrollando todo su potencial y convertirlas en influenciadoras de impacto, porque la igualdad de género es justicia social, pero también es inteligencia empresarial