El 77% de las personas en Chile ha considerado renunciar a su trabajo debido a una negativa relación con su jefatura. Esta preocupante cifra fue revelada en el reciente estudio “Líderes o Jefes” de Laborum, el que también dio a conocer que poco más de la mitad (53%) de los entrevistados tiene una percepción mala o regular de sus jefes. Estos resultados, los más altos a nivel latinoamericano, dan cuenta no solo del clima actual de las organizaciones, sino también, de la urgente necesidad de transformar la gestión en liderazgo.
Para Stephen R. Covey, conocido por sus contribuciones en el campo del desarrollo personal y profesional, y autor de bestsellers como: “Primero lo primero”, “El liderazgo centrado en principios” y “El octavo hábito”, el liderazgo se basa en comunicar a las personas su potencial y valor de tal manera que lleguen a verlo en sí mismos.
¿Pero qué es lo que esperamos de un verdadero líder? Si bien diversos autores plantean definiciones concretas de lo que significa este rol, el factor común de lo que buscamos en las organizaciones, es una persona capaz de guiar y dirigir a un equipo hacia la construcción de objetivos comunes. Así, la diferencia fundamental entre un jefe y un líder radicaría en la forma en que interactúan con sus equipos y los inspiran. Un jefe, por definición, ocupa un puesto de autoridad y tiene la responsabilidad de supervisar y dirigir a sus subordinados. Sin embargo, esto no garantiza que posea las habilidades necesarias para motivar y guiar a su equipo hacia el éxito colectivo.
Sabemos que un líder va más allá de la mera supervisión, identifica las fortalezas y debilidades de cada miembro del equipo, fomenta un ambiente de participación activa, y alienta el desarrollo personal y profesional de cada individuo en pos de mejorar los resultados y con ello, fortalecer a la organización.
Un liderazgo efectivo no solo mejora los resultados empresariales, sino que también crea un entorno de trabajo más saludable, resiliente y positivo para todos aquellos que forman parte de la organización.
Y es que justamente, cuando las personas se sienten valoradas, escuchadas y comprendidas, se evidencia que su compromiso hacia la empresa aumenta significativamente, lo que impacta en la reducción de la rotación de personal y los costos asociados con la contratación y capacitación de nuevas contrataciones, generando una cultura laboral amena, que integra a todos y todas.
En Caja Los Andes, entendemos la importancia de esta distinción y hemos trabajado arduamente para fomentar un liderazgo genuino en todos los niveles de la organización. Permanentemente capacitamos a los líderes no solo para cumplir con sus responsabilidades, sino también para inspirar y guiar a cada uno de los equipos hacia un colectivo excepcional. Pero, este aprendizaje se genera en conjunto con otros, por lo que creemos firmemente en los procesos de feedback e intercambio, a través de una comunicación fluida en un ambiente sano en el que conversar las diferencias y valorar los avances y aciertos.
Desde nuestra vereda, creemos firmemente que al impulsar el desarrollo de personas para que sean capaces de fortalecer su liderazgo, estamos invirtiendo en el bienestar de nuestros colaboradores y colaboradoras y también, en la sostenibilidad de la organización.
La transición de jefes a líderes es más que necesaria en el mundo actual. Es un imperativo para guiar a las personas y construir culturas organizacionales sólidas, resilientes y que al final del día, también sean un espacio cálido y seguro para todos los trabajadores y trabajadoras.