“Paz con la Naturaleza” fue el lema escogido para la COP16, la Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB), que tuvo lugar en la ciudad de Santiago de Cali del 21 de octubre al 1 de noviembre, presidida por la Ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, Susana Muhamad, reconocida internacionalmente con el premio Global Leadership. La imagen elegida como logotipo para representar a esta cumbre fue la flor de la Inírida, conocida como la “flor eterna”. La elección de la ciudad tuvo un profundo valor simbólico por haber sido epicentro del estallido social de 2021, reflejando un esfuerzo por vincular la justicia ambiental con la justicia social y territorial en un país marcado por décadas de conflicto armado, subrayando que una paz verdadera y duradera -en Colombia y el mundo- no puede lograrse sin una relación armoniosa con el medio ambiente y el respeto a los derechos de las comunidades locales e indígenas, quienes han ejercido históricamente un rol de guardianes de la biodiversidad.
El Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ya había declarado hace cuatro años que “estamos en guerra con la naturaleza y hay que hacer las paces”. El Papa Francisco, ya hace años invitaba a reconciliarse también con la naturaleza, recordando que “no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos” (LS 91).
Este evocador lema de una cumbre -denominada “de la gente”- repleta de símbolos, nos interpela a preguntarnos, desde los niveles global, nacional, empresarial y personal: ¿Qué implica hoy construir la paz con la naturaleza?
A nivel internacional, a pesar de las crecientes guerras por acceso a los recursos naturales -por tierra, agua, metales o petróleo- la COP16 ha mostrado cómo la biodiversidad puede ser motivo de acuerdos globales. Algunos de los acuerdos más destacados han sido: la aprobación del Fondo de Cali como mecanismo global para distribuir equitativamente beneficios de información genética extraída de la biodiversidad, la aprobación del órgano subsidiario (art. 8-J) para Pueblos indígenas y comunidades locales, el reconocimiento de las comunidades afrodescendientes como custodios de la conservación y el establecimiento de Áreas Marinas de Importancia Biológica o Ecológica (EBSA). Sin embargo, según la información proporcionada por WWF Colombia, aún queda pendiente que los países desarrollados concreten sus compromisos al Fondo Marco Global para la Biodiversidad (GBFF), que actualmente cuenta con 407 millones de USD, solo un 2% de los 20.000 millones comprometidos, lo que pone en riesgo el cumplimiento del Acuerdo de Kunming-Montreal en los plazos definidos.
Desde el sector privado nacional, Acción Empresas presentó en la COP16 los avances del Plan de Acción Empresarial por la Biodiversidad, elaborado colaborativamente mediante talleres participativos por representantes de empresas, organismos públicos, academia y otros actores sociales. Si bien la presencia del lobby empresarial en la cumbre ha sido cuestionada por representantes de movimientos sociales, el rol del sector privado va a ser crucial, especialmente para cumplir con la meta 15 del Acuerdo.
Desde el sector estatal, Chile presentó sus metas nacionales, debido a que la Estrategia Nacional de Biodiversidad 2017-2030 está en proceso de actualización. Junto con el Reino Unido, Chile presentó un compromiso de conservación del Reino Fungi. La Ministra chilena de Medio Ambiente, Maisa Rojas tuvo un rol destacado como champion de la COP16. El pasado invierno, los ministerios de Agricultura, Salud y Medio Ambiente lanzaron el innovador programa “Naturaleza para tu Salud”, que busca una reconexión sensorial y experiencial con la naturaleza y sus beneficios terapéuticos, tanto en áreas protegidas, como en espacios verdes urbanos y rurales, públicos y privados, centros de salud, centros educativos, espacios comunitarios, entre otros.
Individualmente, podemos reconectar con la naturaleza que ya somos, dedicar 20 minutos al día en un área verde, jardinear en familia o huertear en comunidad, contribuir a programas de reforestación (como por ejemplo Reforestemos, Cultiva o la Cooperativa Lemu), sumarnos a la tendencia del plogging recogiendo basura al hacer ejercicio, participar en operaciones de limpieza de playas, ríos o cerros, aplicar los principios de “No Deje Rastro” al visitar áreas silvestres, denunciar ante la Superintendencia de Medio Ambiente o autoridades pertinentes las infracciones ambientales, informarse y organizarse en plataformas como Poder Ambiental, pero sobre todo, revisar nuestros patrones de consumo para evitar productos que deterioren sistemáticamente las condiciones que permiten la vida en la Tierra.
Sabemos que vendrán nuevas cumbres globales. La COP29 de Cambio Climático será este mes de noviembre en Bakú, Azerbaiyán. La COP30 se proyecta para 2025 en Belém do Pará, Brasil y la COP17 de Biodiversidad será en Armenia en 2026. La experiencia nos ha mostrado que los acuerdos globales entre los Estados responden a otros ritmos, intereses y lógicas geopolíticas. Sin embargo, no podemos quedarnos esperando a que los Estados se pongan de acuerdo. Tenemos una responsabilidad colectiva e intergeneracional de custodiar toda forma de vida. ¿Estaremos a la altura?