No hay nadie que pueda poner en duda el cambio cultural y la forma de trabajar que nos dejó como herencia esta pandemia. En realidad, que nos está dejando, porque ni el mejor de los magos o videntes nos podría asegurar cuándo terminará, ni qué consecuencias permanecerán en el tiempo. Lo que sí sabemos, es que nuestra forma de trabajar cambió y también el cómo definimos las prioridades.

Este cambio es doblemente visible al interior de las empresas. Si bien hay compañías que están a años luz de otras en materia de beneficios segmentados o políticas de conciliación trabajo-familia, hay un grupo de ellas, que no imaginó lo que tendría que redefinir en materia de políticas y adaptación para hacer frente a la nueva realidad. Fueron sorprendentes los descubrimientos ya que el trabajo continuó avanzando de una manera inimaginable en el pasado.

Se rompieron paradigmas al interior de los grupos de trabajo, ya que ahora no sólo es posible generar debates de forma presencial, sino que también virtual, sin moverse del escritorio o hasta desde la propia casa. antes de todo esto, sabías que existían plataformas como teams, zoom o Google meet? Seguramente ahora nadie se imagina la vida sin ellas.

Pero lo más importante, es que la pandemia nos mostró el lado más humano de cada uno. Nos hizo conectarnos al interior de las familias de nuestros colaboradores y jefes. Nos permitió estar más disponibles; a entender que si das la mano se te devolverá; a darle más valor a la familia y a comprender mejor los problemas del día a día mientras estamos en el trabajo.

Los equipos que se vieron fortalecidos durante la pandemia, fueron los liderados por una persona que entendió que la empatía no era enemiga de la eficiencia ni de lograr los márgenes o resultados definidos, sino más bien, líderes que entendieron que la empatía era la clave para lograr los objetivos que llevarían a su equipo al éxito en un entorno donde los factores que condicionaban su desempeño había cambiado.