Cambio Climático
10 de diciembre de 2021
Una injusticia a secas | Gabriela Salvador

Hace 11 años, Naciones Unidas elevó el acceso a agua potable y saneamiento a la calidad de Derecho Humano Universal.

En Chile, pese a que la crisis provocada por el cambio climático ha hecho que la Dirección General de Aguas (DGA) haya declarado a 101 comunas como zonas en situación de escasez hídrica, las propuestas y soluciones planteadas por las autoridades también parecen estar en situación de crisis.

En Chile, 2 millones de personas acceden a agua potable a través de los APR: sistemas de Agua Potable Rural, construidos por la Dirección Hidráulica del Ministerio de Obras Públicas, y posteriormente administrados, operados y mantenidos por la Junta de Vecinos correspondiente.

Aquí nace el problema. Nadie les enseña cómo administrar el agua ni como dar un funcionamiento óptimo al APR. Quedan solos, pero con la promesa de que ahora todas sus complicaciones se encuentran solucionadas.

Durante los últimos años me he reunido con líderes en el tema. Personas que se sienten de brazos cruzados y no saben que más hacer frente a esta situación. ¿Se imaginan si en su casa debieran elegir quién puede ducharse? Esa es su realidad: con lo que cosas tan simples como ir al baño o lavarse los dientes se vuelve un privilegio.

Hoy, el Estado de Chile cuenta con los recursos para la construcción de los APR pero están mal distribuidos, ya que no contemplan los fondos para hacer el estudio de suelo sobre la factibilidad de la construcción, lo que es el primer paso para poder edificar y equivale a menos del 10% del costo total de la APR, es decir aproximadamente unos $30 millones de pesos.

Las comunidades que llevan años exponiendo su problema, sienten una gran frustración y abandono desde el mundo público y urbano. Personalmente, traté de contribuir a la difusión de esta problemática y me enfrenté al desconcierto de algunos, la ignorancia de otros, la apatía de los que menos esperaba y la comprensión desde la CPC, que fue la única que pareció medir la magnitud de esta situación.

Sin embargo, la realidad actual es la misma: la poca dignidad que algunos chilenos viven día a día a pesar de que nos llamen el mejor país de Latinoamérica.