Sostenibilidad
8 de abril de 2021
Bendita confianza

¿Ha pensado usted en cómo lo hace para tomar cientos de decisiones cada día, sin tener que pensar detalladamente en todo? ¿Cómo va a estar el clima? ¿Qué me pongo? ¿Cómo llego a tal parte? ¿le creo a esta persona? ¿Acepto tal invitación? ¿Hago ese viaje? ¿Compro ese producto? ¿Trabajo con esa persona? ¿Invierto en esto? Así es, la confianza está detrás de todo lo que hacemos, cuando existe, todo prospera, cuando falta, nada avanza.

Para transitar por la vida usamos un sistema cognitivo que nos permite manejar las situaciones que diariamente enfrentamos. Lo hacemos mediante un proceso que genera nuestras reacciones, decisiones y conductas. Este proceso se basa en los juicios de bienestar, que nos orientan hacia aquello que percibimos nos genera bienestar y nos aleja del peligro. El resultado de estos juicios, es la confianza, que se manifiesta como una predisposición en base a razones, intuiciones y emociones.

Los juicios de bienestar ocurren mediante dos formas de evaluación distintas y complementarias: la racional y la intuitiva. La evaluación racional es voluntaria, lenta, lógica y utiliza información estructurada; la intuitiva es inconsciente y rápida, usa el contexto y las emociones, busca patrones. Ambos juicios, operan de manera conjunta. Proveen información fundamental para la comprensión del entorno, la toma de decisiones y el comportamiento, facilita el fluir de la vida en general.

Esa información es lo que conocemos como la confianza.

La confianza opera tanto a nivel individual como social, puesto que se basa en valores y creencias. Las personas que las comparten tienden a confiar entre ellas y a desconfiar de quienes perciben como diferentes, por la simple razón de que no las conocen. Este factor de agrupación más la irrupción de las redes sociales y la información manipulativa, explican la polarización de la sociedad actual, puesto que las posiciones más radicalizadas han extremado las diferencias, dominando el escenario comunicacional recurriendo al temor y la sobre estimación de amenazas, generando un espíritu de confrontación irracional y crecientes niveles de enfrentamiento.

¿Cómo mejorar entonces la confianza pública y la convivencia en sociedades cada vez más polarizadas? Karl Popper, filósofo alemán, planteó en lo que llamó la “paradoja de la intolerancia” que, para mantener la sana convivencia social, las sociedades no deben tolerar a los intolerantes, sin importar de dónde provengan, puesto que ellos no respetan a quienes piensan distinto; los tratan como enemigos e intentan imponer su voluntad mediante la fuerza y la coerción, lo que termina destruyendo la convivencia y la cohesión social. Si usted ha seguido últimamente la política en el mundo y conoce algo de historia, podrá reconocer algunos claros ejemplos de lo anterior.

Pero eso no es suficiente, también debemos ser conscientes de los factores que influyen en nuestros juicios y confianzas, ya que ellos determinan nuestra visión del mundo, y así podremos perfeccionarlos, evitando los prejuicios y sesgos cognitivos. Es decir, hay que aprender a confiar, a mejorar nuestros juicios, y también reconocer los errores de confiar equivocadamente o sobreconfiar, como cuando nuestra razón está sesgada, se desconocen las señales sutiles de la intuición o nos relacionamos con personas y líderes con características complejas.

Todos conocemos personas excesivamente egoístas, narcisistas, arrogantes, ideologizadas, prejuiciosas, orgullosas, envidiosas, inconscientes, mitómanas o coercitivas, por mencionar algunas. Las cosas nunca fluyen bien con ellas. En fin, también hemos pasado por algo de esto. Somos siempre obras en progreso.

Para mejorar nuestra sociedad debemos desarrollar el pensamiento crítico y así evitar la intolerancia, el aislamiento y el comportamiento de rebaño. Debemos concentrarnos en nuestro propio proceso de pensamiento, controlando los impulsos, suspendiendo el juicio hasta tener la información necesaria e identificando nuestras distorsiones de la razón. Es un desafío importante, toma tiempo y esfuerzo, es desafiante enfrentarse a uno mismo y revisar nuestras formas y creencias, pero es una empresa rentable, produce enormes dividendos: libertad, claridad y entendimiento.

Nuestro futuro depende de que no sigamos abusando de los recursos naturales, del medio ambiente, de la capacidad del planeta para soportar la actividad humana y de niveles de desigualdad alarmantes. Para prosperar, debemos adoptar una cultura más balanceada, consciente, justa, limpia, donde la colaboración y la competencia se complementen. Ya tenemos las tecnologías necesarias para que la actividad humana sea sostenible, pero necesitamos unidad y voluntad para usarlas masiva y equitativamente. Necesitamos saber confiar para lograrlo. La confianza es el camino.