Hace unos días, Larry Fink, Ceo de Blackrock, publicó su carta anual instalando nuevamente interesantes reflexiones, especialmente respecto al rol de la alta dirección en este nuevo entorno de negocios marcado por los cambios que gatilló la pandemia y la urgencia del cambio climático.
Efectivamente, hoy los CEOs de las compañías enfrentan grandes expectativas de parte de sus stakeholders sobre las prácticas y políticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo que realizan. Las enfrentan, además, en un contexto de trasformación, en el cual la toma de decisiones debe balancear correctamente la urgencia de los cambios y la mirada de largo plazo.
En este escenario, el ámbito interno se vuelve un factor clave. Las empresas son espacios de micro representación de la sociedad y por ello recoger la diversidad de estilos, pensamientos y expectativas que en ella se expresan, es una herramienta poderosa para comprender mejor a los grupos de interés externos. De este modo, un primer desafío radica en la diversidad que es capaz de atraer y retener una organización. También será necesario que los líderes tomen contacto con entornos no habituales, tengan conversaciones con aquella parte de la sociedad que no conocen y se abran a comprender esas otras experiencias vitales.
Vemos como en el mundo y en Chile, por supuesto, la relación con el trabajo, la forma y espacios en los que se desarrolla, ha cambiado. Los colaboradores hoy esperan más de sus empresas, tanto de su desempeño y contribución a la sociedad como de la manera en la que establecen una relación laboral. Hoy sabemos que los salarios son importantes, pero también y de forma determinante, lo es la manera en que las empresas permiten a sus colaboradores una adecuada conciliación entre la vida personal y el trabajo. La flexibilidad y el impulso a la corresponsabilidad son cartas que las empresas deben jugar, porque la evidencia está mostrando que las compañías que no vayan en esta dirección perderán talento y con ello competitividad.
Adaptarse a los cambios y a las nuevas dinámicas que surgen de los esquemas híbridos de trabajo, requerirá de líderes ágiles y resilientes, capaces de conducir y relacionarse con equipos presenciales y remotos. Y aquí hay un segundo desafío para la alta dirección: para llevar a cabo con éxito esta tarea, los liderazgos también requieren renovarse, asumiendo nuevas formas de relacionarse y enfoques, que no solo acojan, sino que valoren la diversidad para tener una mejor comprensión del entorno y sus proyecciones. Este nuevo liderazgo supone, entre otras cosas, relaciones horizontales, reconocer al otro como un igual y especialmente, contar con la capacidad de construir espacios de confianza para que las personas se atrevan a salir de la caja y proponer nuevas formas de resolver los múltiples desafíos actuales.