Sostenibilidad
24 de junio de 2022
Desigualdad: años mirando la paja en el ojo, mientras la viga nos cae encima | Cecilia Cifuentes

Más de una década llevamos hablando de desigualdad, buscando explicaciones sobre sus causas y políticas para corregirla. El modelo neoliberal, un sistema tributario poco progresivo, escaso poder sindical, salario mínimo reducido, derechos sociales insuficientes y otros en esa línea, serían las causas de la mala distribución del ingreso en Chile. Poco importa en este análisis que en los últimos treinta años el gasto social haya crecido a una tasa que duplica la del PIB. Todo resulta insuficiente para tratar de corregir el problema y, lamentablemente, con un foco creciente en buscar igualdad de resultados más que de oportunidades, lo que termina por dañar los incentivos.

Por supuesto, se nombra también como causa de la desigualdad el déficit educacional, pero centrado en su financiamiento y no en la calidad de lo que se entrega. Mal, porque el problema de la calidad es lo suficientemente grande para opacar otras causas de la desigualdad. Es la viga maestra que tenemos que modificar, todo el resto son apenas aderezos. El déficit de capital humano que tenemos en Chile no sólo es la causa principal de la desigualdad, sino también del nulo crecimiento de la productividad en las últimas dos décadas.

Las palabras del destacado historiador Gonzalo Vial, hace ya quince años, impresionan por su clarividencia: “Con los elementos de análisis que tenemos a la mano, es posible que venga, a mediano plazo, una catástrofe social. Mientras el Estado no decida invertir como corresponde en educación, mientras la pobreza se mantenga en los niveles que se encuentra, mientras las drogas, el alcohol, la promiscuidad sigan deteriorando a la juventud, la crisis tarde o temprano estallará. Yo espero no verla, y me encantaría equivocarme, pero dadas las circunstancias, ¿Por qué podría ser de otra forma?”. La crisis finalmente estalló, y seguimos sin ver una salida en el corto plazo.

“La solución está a la mano” dirán algunos, “tenemos que aumentar el gasto en educación”. Esa mirada es errónea, no sólo porque en los últimos treinta años el gasto en educación del Estado se ha multiplicado por once veces en términos reales, sino porque Chile ocupa el segundo lugar de la OCDE en el porcentaje del PIB destinado a educación, un 6,6% en comparación con un 4,9% promedio de ese grupo de países. No sacamos nada con seguir aumentando los recursos, parece que están cayendo en un saco roto.

Las carencias en el desarrollo del capital humano se dan principalmente en la educación temprana. Los estudios del premio nobel, James Heckman, son claros en mostrar la importancia de los primeros años de vida para igualar oportunidades y para incrementar la productividad de la economía. Sus estudios concluyen que la desigualdad en las experiencias y el aprendizaje de la primera infancia produce desigualdad en la capacidad, los logros y la salud en la vida adulta. Señala además que, si bien las habilidades cognitivas son importantes, por sí solas no son tan poderosas como el conjunto de habilidades sociales y cognitivas, definidas como atención, perseverancia, control de impulsos y sociabilidad. Las llamadas “habilidades blandas” terminan siendo datos duros en la productividad de las personas. En ambos aspectos tenemos déficits, tanto por la calidad y cobertura de la educación preescolar y básica formal, como en el apoyo que pueden entregar las familias, muchas veces disfuncionales, a sus hijos. Es en esta etapa educativa donde debemos enfocarnos, lamentablemente no es prioridad para el actual gobierno, prefiere destinar cuantiosos recursos a condonar las deudas de educación superior.

Sabemos además que la calidad del profesorado es deficiente, con muchos profesores dedicados a adoctrinar más que a enseñar a pensar, a desarrollar la creatividad. Esta última surge en un grado importante de la lectura, tema crecientemente abandonado por las actuales generaciones. En materia intelectual somos en parte lo que leemos, y las actuales generaciones, incluso de los sectores de altos ingresos, leen poco y nada, a menos que mirar párrafos de 280 caracteres, en general mal escritos, sea considerado leer. No me parece.

Entonces, el déficit educacional preescolar y escolar no es un problema radicado en los sectores de bajos ingresos. Tal como también señalaba Gonzalo Vial, “no se autofeliciten los colegios particulares por su nivel educativo. Provistos de mucho mayores recursos, tampoco logran niveles dignos de mención”. Es probable que las diferencias en los logros se expliquen en mayor grado por el aporte de las familias y el entorno que por una educación formal destacada, llevando de todas formas a una inequidad difícil de resolver en la educación superior.

Se podrían seguir enumerando los problemas que tiene el país en capital humano, y que llevan a que el 70% de los adultos no cuente con las habilidades cognitivas mínimas para desenvolverse bien en el mercado laboral. Me quedo con lo dicho anteriormente: si no enfrentamos este problema, la desigualdad y la falta de crecimiento seguirán siendo parte del paisaje, a pesar de políticas laborales proteccionistas y cuantiosos recursos fiscales en derechos sociales.