Es lamentable, pero si las bajas pensiones fueron una de las causas del estallido del 18/O, lo que ha ocurrido en esta materia desde esa fecha, ha agravado significativamente el problema. Es cierto que los recursos del pilar solidario han aumentado más de un 50% en estos dos años, pero dado el deterioro de la situación fiscal, existe un riesgo sobre la sostenibilidad de los beneficios. Por otra parte, aquellos que no reciben ayudas solidarias, han disminuido fuertemente sus futuras pensiones producto de los retiros, los que, además, han dañado el valor de los activos para los que están prontos a jubilar. Un drama.
¿Tiene solución este problema? La tiene, pero no existen caminos fáciles, y por supuesto, no se trata, como señala parte del mundo político, de destruir el sistema actual porque no paga buenas pensiones y reemplazarlo por un “verdadero sistema de seguridad social”, porque ¿de dónde salen los recursos de manera sostenible?
Frente a un problema, lo primero es analizar cuál es la causa. Y las bajas pensiones se deben a dos razones fundamentales: ahorramos poco y tenemos largos períodos de informalidad, por lo tanto, la solución pasa por ahorrar más y trabajar más tiempo formalmente. Pero eso no basta.
Tenemos además un problema de expectativas irrealizables en esta materia.
Lamentablemente el país no está en condiciones de entregar las tasas de reemplazo que espera la mayoría. Entonces, un punto de partida razonable, pasa por reconocer esta realidad y explicarla. Solo con mayor desarrollo económico podremos financiar buenas pensiones. Lo interesante es que el camino de solución para las pensiones: ahorro y trabajo formal, son condiciones esenciales para el desarrollo económico. Se trata de un esfuerzo colectivo que se nos devuelve a través de mayor crecimiento económico, es decir, más empleo y mejores remuneraciones.
Este esfuerzo ya lo hicimos hace 40 años, cuando se inició el sistema de capitalización que ha hecho una contribución significativa al crecimiento. Además, lo hicimos en un entorno de mayor pobreza que el actual y lo podemos hacer nuevamente.
Finalmente, el sistema que tenemos implica entregar capital a los trabajadores, y si los retornos del capital, como sabemos, son superiores a los del trabajo en el largo plazo ¿qué mejor forma para mejorar los ingresos de los trabajadores?
Entonces, en lo concreto ¿cómo mejoramos las pensiones? Tenemos que reforzar los tres pilares del sistema: el aporte solidario del Estado, el pilar de ahorro obligatorio, destinado en su totalidad a las cuentas de ahorro individual, y el pilar de ahorro voluntario, en el que efectivamente, se requiere un rol mucho más activo de los empleadores.
Debemos avanzar hacia una Pensión Básica Universal, simple de entender para las personas y que no castiga el ahorro como lo hace el actual pilar solidario.
Se debe aumentar, en forma gradual, la tasa de cotización obligatoria, ojalá en función del crecimiento de las remuneraciones reales, para no afectar el empleo, a lo que se podrían sumar subsidios a las cotizaciones. Debemos, también, aumentar la edad de jubilación para las generaciones más jóvenes junto con incentivos para que el resto prolongue la vida activa, principalmente a través de mayor flexibilidad laboral. Otra idea interesante, es aprovechar el avance tecnológico de la boleta electrónica para establecer cotizaciones vía consumo, aumentando el ahorro de los independientes. Por último, la gran brecha de género en materia de pensiones, se puede resolver con cotizaciones a un fondo común cuando existe un vínculo legal entre dos personas.
En fin, las soluciones existen. Pero no pasan por promesas de mejoría que no se sustentan en el tiempo como son los componentes de reparto ni menos por políticas que atentan en contra del desarrollo, como ha ocurrido con el proceso de destrucción del sistema actual, a través de los retiros. Los costos para el país ya son más que evidentes.
Un acuerdo político en esta materia debe partir por sincerar la realidad. No podemos satisfacer expectativas desmedidas. Una mejoría razonable y permanente solo es abordable a través de un importante esfuerzo colectivo de ahorro y de trabajo, que además sería una contribución significativa al proceso de desarrollo.