Sostenibilidad
2 de febrero de 2022
Hacer el bien | Pamela Leonard

En septiembre de 2015, la revista Fortune publicaba un nuevo ranking, el de las empresas que estaban cambiando el mundo. En su editorial, predecían que para 2030, hacer el bien se transformaría en la mayor ventaja competitiva de las empresas, un sinónimo de rentabilidad y una garantía de sobrevivencia.

Dos meses más tarde, desde un salón con más de 100 ejecutivos, compartí algunas reflexiones acerca de los cambios que -a mi entender- definirían las valoraciones sobre la reputación al 2030. Quizás el más significativo, era la llegada impredecible de una nueva generación de jóvenes que con su mirada frente al mundo terminarían con la idea de éxito tal como lo habíamos conocido hasta ahora.

En consecuencia, recuerdo haber entregado una serie de recomendaciones, tales como avanzar en la creación de indicadores de impacto social y transformar la relación “beneficiario/ benefactor”, trabajando horizontalmente con las comunidades, respetando su sabiduría y colaborando como socios en las soluciones que los impactaban. Revisar propósitos o redefinirlos. Salir al encuentro de nuevos espacios de vinculación con esta nueva generación y su idea de mundo; cuestionar nuestras maneras de hacer y ganar conocimiento. Reformar los directorios, dejar entrar viento fresco, incorporando visiones que representaran mejor este Chile diverso.

Releo estas notas y siento una inmensa frustración. Siempre he admirado la capacidad empresarial de reinventarse y reaccionar al cambio- ¡Con cuanta convicción y velocidad! – y a pesar de ello, el que estas recomendaciones sigan estando vigentes, es decepcionante. Los invito a revisar sólo los títulos de los encuentros ENADE de los últimos 10 años y constatar que fueron innumerables las voces que anticiparon los efectos de estas transformaciones profundas que serían exigidas por las nuevas generaciones.

No puedo desconocer el camino iniciado. Durante una década fui testigo del trabajo de ejecutivas y ejecutivos, muchos de ellos desde la más profunda soledad y falta de reconocimiento, levantando alertas, dando batallas internas, una y otra vez, por sostener proyectos y proteger presupuestos, avanzando como podían hacia las respuestas que Chile necesitaba de las empresas.

Pues ya no hay tiempo. La llegada de los millennials ya está aquí redefiniendo prioridades y decidiendo el futuro bajo su sentido de propósito, su disposición a trabajar abierta y horizontalmente, su urgencia ante la emergencia climática y un juicio implacable hacia sus antecesores.

La disposición no basta. La empresa necesita instalar una nueva cultura, compuesta de nuevos valores y un sistema robusto de incentivos e indicadores capaz de sostenerlo. Necesitan salir de sus silos y vincularse. Poner los recursos, talento y agilidad transformacional que ha distinguido el éxito de sus negocios al servicio, esta vez, de la tarea de Chile.

Desde basepública hemos invitado a las empresas a vincularse y compartir espacio con fundaciones y organizaciones que trabajan por el desarrollo humano y sostenible de Chile para crear juntos agendas de colaboración, compartir las mejores soluciones y disponerse a trabajar. Ha sido reconfortante conocer a esas empresas valientes abiertas al diálogo y orientadas al mejor desarrollo de Chile.

Esos jóvenes que para 2015 entraban sigilosos incomodando la cultura empresarial son los verdaderos protagonistas de este nuevo tiempo. Son el Presidente de la República, Alcaldes, Ministros; serán también subsecretarios, parlamentarios, empresarios de unicornios, colaboradores. Ellos y ellas decidirán dónde y a quién comprar, con su visión de mundo y sus exigencias. Ellos ya están aquí para recordarnos que la tarea es el desarrollo sostenible de Chile y no otra, ofreciéndole a la empresa la oportunidad única de participar en esa transformación indispensable de hacer del bien la única medida del éxito.

¿Resistir o colaborar? Ahora desde otro espacio, hago la misma pregunta que entonces