Desde el año pasado, en Empresas Iansa comenzamos el desafío de relacionarnos con las comunidades de una manera más sólida y permanente. El camino ya estaba pavimentado, y sólo nos faltaba establecer un marco que nos permitiera sistematizar nuestras acciones y transformar nuestras buenas intenciones en un plan coherente con nuestro propósito de alimentar a Chile y al mundo con lo mejor de nuestra tierra, con focos y metas claras que fueran en esa dirección.
Mi primera reflexión cuando comenzamos esta tarea fue que, en una sociedad como la nuestra, no es posible tener oídos sordos. Si queremos realmente aportar, ser puentes, agentes de cambio y co-construir, el mundo empresarial tiene el deber de acercarse a sus territorios de manera sistemática. ¿Los beneficios? generar valor compartido, escuchar inquietudes, generar confianza para resolver posibles conflictos, abrir las puertas del diálogo con transparencia y horizontalidad.
El concepto de responsabilidad social ha ido mutando en el tiempo, posterior a la Revolución Industrial, poco a poco hemos ido valorando su real importancia y el círculo virtuoso que genera. La responsabilidad social no es quimera ni tampoco filantropía o un fondo de donaciones. Cada vez más, las empresas, han adoptado la conciencia de que su rol no sólo es generar ganancias, sino que también es considerar de manera proactiva los aspectos sociales y ambientales que contribuyan al bienestar de todos sus actores. Establecer en la toma de decisiones el conjunto integral de políticas, prácticas, alianzas y programas específicos, facilita ese propósito.
Desde las organizaciones, el relacionarse con nuestros territorios de una manera sana y transparente es un compromiso. Es darle intención a nuestras decisiones para promover el desarrollo de las regiones y personas que son parte de nuestro entorno, ya sea generando programas con impacto, educación, herramientas tangibles, cuidando el medio ambiente y creando oportunidades. “Dale un pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá siempre”, nos dice el pensador Confucio ¡Y cuánta razón tiene!
La base de todo esto es construir confianzas, a través de una escucha activa de lo que sucede a nuestro alrededor para generar relaciones horizontales en el largo plazo. Las organizaciones que logren gestionar sus operaciones de manera responsable y generen valor económico, social y ambiental, serán sí o sí, más competitivas y serán sustancialmente sostenibles.