Escribir es tratar de interpretar lo que uno observa; es un intento por reflejar las virtudes y dolores humanos. Me disculpo desde ya por lo pobre del intento.
Somos mujeres y hombres sensibles. Vivimos en comunidad; confiamos, amamos, formamos familias, criamos a nuestros hijos, trabajamos, dependemos unos de otros, nos cuidamos, compartimos la vida con sus alegrías y tristezas; nuestra felicidad y sufrimiento, se basan -casi siempre- en la calidad de las relaciones que construimos con los demás.
Solos, somos tristes y muy poco.
La base de nuestra sociedad son los afectos, los vínculos, las relaciones sanas con amigos, familia y trabajo; casi siempre organizamos nuestras vidas, aspiraciones, esfuerzos y energías sobre ellos.
Somos una enorme capacidad de amar, soñar, conectarnos, compartir, reír, aventurar y gozar. Nos mueve el bienestar y la prosperidad. Somos seres delicados; lo que sucede nos afecta y conmueve, aunque no lo deseemos Nuestros sueños nos impulsan, la música nos inspira. Eso somos, eso hacemos.
Vivimos tiempos difíciles, qué duda cabe. Nuestras fortalezas y equilibrios están siendo desafiados en extremo, algunos son evitables, otros no.
En nuestras manos está escoger lo que soñamos, puesto que ello nos controla, casi siempre sin notarlo. La vida nos pide a gritos volver a lo simple, a lo esencial y sobrio; a eso que de verdad importa.
El orden económico nos conoce poco. No sabe sobre nuestros auténticos placeres: sin embargo, sí conoce sobre deseos efímeros y suntuarios, esos que nos distraen y confunden, que nos aíslan en una ilusión de éxito y seguridad egoísta, que intoxican a nuestros hijos, nuestras mentes y nuestras almas.
Nuestra sociedad es eso. Una sociedad. En ella que compartimos un mismo momento, pero diferentes circunstancias. Algunos por ventura somos más afortunados que otros, y no verlo es tener una visión corta y un alma dura. Llegó el momento de comprender que, de ésta o salimos juntos o no salimos; que los recursos que se acaparan sirven poco porque que lo que no se mueve y comparte, se pierde.
Agua que no has de beber, déjala correr, nos grita la vida.
El poder de quien no lo tiene, son sus preferencias, su voto, su libertad, sus elecciones de consumo: escoger aquello que nos ofrezca realidad, sinceridad, justicia, trabajo y dignidad, será la fuerza que hará avanzar al nuevo mundo, si es que somos capaces de dejar de escuchar a sirenas que no cantan.
Ha llegado el momento de ser conscientes sobre lo que nos está ocurriendo, de nuestras limitaciones y excesos. Es momento de rebelarnos ante nuestra propia ingenuidad, ignorancia y vulnerabilidad, porque es peligroso y extremadamente doloroso no hacerlo.
El camino hoy es duro, pero con música, conexión y afecto sincero, puede ser mejor. Le deseo un buen viaje, querida amiga y querido amigo, permítanme sugerirle que abran las ventanas, el corazón y suban fuerte el volumen.
No nos queda más que ser pacíficos, justos e incansablemente cómplices.
Ha llegado el momento de vivir nuestras vidas mirándonos hacia adentro porque solo así podremos ser felices, fuertes, prósperos y valientes. Vale la pena el esfuerzo.