A fines de 2021 medimos la vigésima versión del Estudio de Reputación Corporativa (ERC®), ejercicio anual en el que 5 mil personas evalúan a 100 empresas con presencia en Chile, en 6 dimensiones.

Los resultados muestran la mantención del indicador promedio respecto de 2020 y todo hace pensar que vamos a movernos en un nuevo estándar alrededor de los 600 puntos, luego de una década en que los números promedio se movían 50 puntos más arriba.

El estallido social de 2019, marcó un quiebre en la línea evolutiva de la evaluación. Ese año. el indicador registró su mínimo histórico, para volver a subir levemente en 2020 y mantenerse en 602 puntos en 2021. (VER INFOGRAFÍA).

Los datos revelan que cuando cambian los contextos sociales, políticos o incluso sanitarios, hay un efecto en cómo la gente evalúa a las compañías y así, lo que se hizo bien en el pasado, no necesariamente funciona ante nuevas demandas ciudadanas.

Con esto, las agendas corporativas deben ser consistentes en el tiempo para mostrar un compromiso real con sus grupos de interés, pero también lo suficientemente flexibles para adaptarse a los contextos cambiantes y cada vez más inciertos.

Las recientes transformaciones en todo orden, nos llevan a una nueva etapa en que las personas esperan aún más de las empresas ante nuevas prioridades y desafíos, muchos de ellos globales como la pandemia, la transformación digital y la crisis económica, pero especialmente, desde lo local con los cambios políticos y sociales en Chile.

En esta nueva era, una ciudadanía más politizada, preocupada del Chile del futuro, es una ciudadanía más consciente del rol público de las empresas. En cierto sentido, el sector privado ya no existe, porque el quehacer empresarial es cada vez más observado y juzgado por la ciudadanía que entiende que, desde ese lugar nos construimos los ciudadanos en nuestro rol de trabajadores, consumidores, usuarios, clientes, proveedores y vecinos.